OPINIÓN
La mejor política social
Que esta fiesta coincida en fecha con otra en la que se ensalza el lado «trabajador» de un santo esencial como San José, es una metáfora muy acertada
Ayer se celebró el día del trabajo: 1 de mayo, festividad nacional, también existente en otros puntos de la geografía mundial. Una fiesta coincidente en el calendario con la de «San José Obrero». Fiesta que permite descansar a quienes se lo pueden permitir pero que, ... también, nos recuerda la importancia del trabajo; la importancia de tener un empleo.
En primer término, porque el empleo es, sin duda, la mejor política social. Un buen empleo nos permite no depender de nadie, sino de nosotros mismos. Nos permite no pasar penurias y poder acceder a una vivienda, dar lo mejor a nuestra familia, asegurar nuestra alimentación y un millar de cuestiones. Por eso, tener un empleo - un buen empleo - asegura que el Estado no tenga que intervenir, en exceso, en la vida de esa persona. Si todos tuviesen una profesión bien remunerada ¿cuántas personas en riesgo de exclusión social dejarían de estarlo liberando recursos? ¿cuánto más recaudaría la administración para reinvertirlo en otras cuestiones?
Sin embargo, el empleo, no solo es bueno a nivel económico, sino que también tiene otra doble función esencial y que afecta directamente a cada uno de nosotros, individualmente, y como sociedad.
Seguramente todos hemos deseado alguna vez ser mágicamente millonarios y no tener la necesidad de trabajar para vivir. Tener la suerte de disponer de una cuenta corriente inagotable para vivir con todas las necesidades cubiertas y algún que otro capricho, sin la obligación de adaptarnos a una rutina y esforzarnos.
A pesar de eso, coinciden quienes no trabajan, aunque hayan podido vivir de las rentas, que si no ocupas tu tiempo con una actividad productiva en la que te sientas medianamente útil, por mucho dinero del que se disponga, algo falla y se siente habitualmente un vacío personal. Y es que, el ser humano necesita sentirse, por lo general, realizado personalmente. El trabajo, bien entendido y, sobre todo, para quienes les gustan lo que hacen y se les da relativamente bien, permite lograr altísimos niveles de realización y satisfacción personal.
Además, en tercer lugar, poder desarrollar una labor incide directamente en mejorar nuestro entorno cercano. Sea cual sea nuestra profesión, suele responder a una necesidad del resto de personas que nos rodean. Desde quienes trabajan en el sector de la hostelería, hasta un cirujano que opera a corazón abierto, pasando por un arquitecto, un docente o un deportista. Todos, en mayor o menor medida, haciendo bien nuestra labor, contribuimos a un país mejor y, por ende, a una sociedad mejor. Ni que decir tiene, quien dedica su actividad laboral a la política, lo importante es que la realice con profesionalidad y compromiso. Porque aunque los empleos, estén remunerados, hay una parte que va más allá del salario y que es cumplir la función que se nos ha encomendado.
Que esta fiesta coincida en fecha con otra en la que se ensalza el lado «trabajador» de un santo esencial como San José, es una metáfora muy acertada de cómo hasta alguien con una condición superior, se realizó a través de su trabajo, en este caso de carpintero. Trabajo que le aportó sentido del esfuerzo, del equilibrio y del servicio. Y es que, poder trabajar y hacerlo bien nos inculca también valores para crecer como persona.
El empleo, debería no generar ansiedad y estrés como ocurre frecuentemente, sino ser una fuente de desarrollo personal en la que cada uno pusiera sus capacidades a florecer. Y hacia ese modelo de sociedad deberíamos aspirar: con más empatía y con más capacidad de valorar lo que realmente es urgente y lo que no.
El 1 de mayo, por tanto, es un día para celebrar que un día la humanidad tuvo la feliz idea de que para avanzar no valía con quedarse quieto o tumbado viendo el tiempo pasar, sino que nos gustase o no, había que esforzarse y trabajar. Por eso, el empleo es y será siempre la mejor política social.
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