OPINIÓN
Un legado para el hoy
Su legado es, por tanto, una llamada subliminal a muchos jóvenes para construir una sociedad mejor: más intelectual, más dialogante y más permanente
Debatir está de moda. Una de las actividades más antiguas de la humanidad se ha convertido hoy en día en algo cada vez más en auge. Especialmente, en el último tiempo, en el ámbito educativo, miles de centros - desde colegios a universidades - se apoyan en ... él como herramienta para que sus alumnos aprendan competencias que van más allá de lo que viene en los libros de texto.
También en estas fechas de campaña electoral los debates toman un protagonismo especial y se suceden. Es habitual que cada televisión o medio de comunicación quiera tener el suyo propio, lo cual, por motivos de agenda y de resistencia humana, hace imposible que algunos cabezas de lista, especialmente los que tienen responsabilidad de gestión, vayan a todo.
Muchos candidatos, sobre todo quienes van en cabeza en los sondeos, deciden muchas veces no acudir a ciertos debates porque es más lo que se puede perder que ganar.
Se hacen debates por temáticas, a 4 a 6 o, incluso, a 8 fuerzas. Los hacen cadenas públicas y privadas, creyendo cada una que el suyo es el más importante.
Y, además de lo anterior, hay un hecho objetivo: el número de espectadores ha caído desde 2008 - cuando alcanzó su máximo -, de manera espectacular. Según estudios publicados, desde esa fecha, los debates electorales han perdido hasta casi 4 millones de espectadores de media.
Procesos electorales repetitivos en el último tiempo, debates entre demasiadas fuerzas políticas que se convierten en un gallinero o en los que cada una va a soltar su monólogo, así como la sobreexposición mediática de los políticos por las RRSS que hace que ya sepamos, con anterioridad, lo que la mayoría van a decir, crean el cóctel perfecto de desinterés.
Y es que, el debate se ha convertido en la política en un fin y no en un medio. Lo mismo que le ha ocurrido, en parte, al debate académico de competición, sobre todo, en algunos ámbitos universitarios, le está ocurriendo ahora a los debates entre políticos. Llega un punto en el que prima la cantidad antes que la calidad, el efectismo frente al argumento, lo impostado frente a lo natural.
Por eso, ante esta situación, los productores, así como los moderadores de los debates mediáticos deberían ser creativos y proponer soluciones que, de nuevo, atraigan al espectador. Desde volver a los cara a cara entre los dos aspirantes más fuertes, hasta plantear formatos diferentes y que eviten que cada participante venda su propio libro sin tener en cuenta los modelos que presentan los demás.
El debate es necesario y es una herramienta fundamental. Tanto en la educación como en la política, incluso en nuestra vida diaria. Sin embargo, como elemento esencial que es, no debemos desvirtuarlo ni convertirlo en algo repetitivo y aburrido.
En concreto, en estas fechas es un mecanismo muy efectivo para contrastar modelos de gestión. Para ver quién, de verdad, domina los temas sin necesidad de leerlos en un papel, sino quién tiene la administración que gobierna o que quiere gobernar en su cabeza y la conoce como la palma de su mano. Quién, de verdad, sabe dónde están los retos a resolver y las oportunidades que desarrollar para mejorar la calidad de vida de quienes viven en ese lugar.
Para que los ciudadanos sepan discernir mejor, los organizadores de este tipo de encuentros deberían poner toda la carne en el asador para hacerlos más atractivos y que, por tanto, los modelos confronten mejor, sin ruido y sin tantos efectos especiales.
Deberían poner todas sus fuerzas en evitar que estos encuentros parezcan el «Día de la Marmota» y para que no solo sean una lucha en RRSS entre aficiones ya convencidas, sino que sean, como siempre han sido, una última oportunidad para que muchos indecisos elijan qué votar.