Opinión
La historia más grande jamás contada
«La Navidad al igual que ocurre con ese carácter heroico de la historia de Jesús, puede ser entendida en muchas vertientes»
Circula estos días por diferentes redes sociales un entrañable vídeo en el que una simpática niña compara la historia del nacimiento de Jesús con la venida al mundo de un superhéroe. De primeras, pudiera parecer el típico vídeo naif de cierto sector de la cristiandad ... que considera que para que la fe llegue a los demás hay que banalizarla, pero en este caso no es, en absoluto, así. Bastan unas pocas decenas de segundos de atención para darse cuenta de que, verdaderamente, la historia que, de manera dulce y angelical, la protagonista cuenta en el vídeo es, sin duda, el mayor relato heróico que hemos conocido y que, a veces, infravaloramos.
Una película típica de las sobremesas del Jueves y Viernes Santo de cada año ya definió estos hechos como «La historia más grande jamás contada». Y no le faltaba razón porque, independientemente de las creencias de cada uno, independientemente del significado que le dé cada cual a estas fechas, no hay duda de que no hay una historia contada en la historia de la humanidad que haya tenido tanta trascendencia para nuestras vidas como lo que ocurrió hace más de dos mil años y dos décadas en Belén de Judá.
Un hecho trascendental que puede ser entendido así, como heróico, por muchos motivos. Lo primero, efectivamente, y como dice el vídeo del que hablábamos al principio, por la cantidad de «superpoderes» que por aquel entonces Jesús de Nazaret desplegó según nos ha venido escrito: vencer a las fuerzas del mal, hablar con quién ya no está en la vida terrenal y hacerlo levantar, caminar sobre el mar, conseguir que quien no podía ver lo hiciese o multiplicar los peces y el pan. Lo segundo, por haberse mantenido en el tiempo tantos siglos y ser referente en el día a día de millones de personas, algo, sin duda, digno de una historia épica. Lo tercero, por ser el precursor de una manera distinta de entender al ser humano y a la humanidad que ha llegado hasta nuestros días, influyendo en el desarrollo de toda nuestra historia. No solo es que los años los contemos en nuestro calendario a partir de su fecha de nacimiento, es que la sociedad occidental ha ido dando pasos, a veces sin saberlo, sobre las enseñanzas que Él nos dejó. Y cuando lo ha hecho así, captando la verdadera esencia de su mensaje, es cuando verdaderamente ha acertado.
Esa tercera manera es, hoy en día, quizás la más heróica, por ser la más necesaria y olvidada. Por ser la que menos recordamos, a veces por pereza, a veces por cobardía, a veces por olvido. Y es que, en pleno siglo XXI, siguen siendo indispensables muchos de los mensajes que Él transmitió, entre ellos dos fundamentales que forman parte de los cimientos de toda civilización que busque la paz y la prosperidad real: por un lado, que todos somos iguales ante los ojos de Dios. Por otro, que la vida de un ser humano, por el mero hecho de serlo, tiene un valor y dignidad incalculables y, por tanto, merece ser respetada y preservada. Dos mensajes que muchos textos legales de los países de nuestro entorno occidental incluyen de alguna u otra manera: la igualdad de todos sus ciudadanos ante la ley y el derecho a que nadie en la tierra te arrebate tu vida.
La Navidad al igual que ocurre con ese carácter heroico de la historia de Jesús, puede ser entendida en muchas vertientes: como una fecha de encuentro y celebración, como la fecha para dar lo mejor de nosotros mismos siendo solidarios y caritativos o, simplemente, como unos días del año con fiesta y jolgorio. Todas pueden ser lícitas y válidas. Sin embargo, recordar el mensaje de fondo, ser conscientes de qué celebramos y del impacto del mensaje heróico de quien, a pesar de nacer humilde, en un pesebre, cambió la historia de la humanidad, es lo que verdaderamente pone la semilla del sentido a esta fiesta y posibilita todo lo demás. Porque sin eso, el resto, pierde lógica y, sobre todo, deja de tener un anclaje a tierra firme para seguir celebrándose, de manera heróica, dos mil años más.