OPINIÓN
La guayabera
Hace más de 200 años, Cádiz y España también tuvieron que decidir cómo afrontar una situación convulsa y apostaron, con el apoyo de los españoles de «ambos hemisferios», por el camino de la ley y la libertad
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No es la primera vez que en estas líneas hablamos de los lazos que unen a toda la Península Ibérica, a España y, en especial a Cádiz, con Iberoamérica. No es la primera vez que escribimos del parecido entre este 'rinconcito al sur' y La ... Habana, de sus cantes de 'ida y vuelta', del Malecón y el Campo del Sur, de Cartagena de Indias y nuestras fortalezas o las garitas y 'escaragüitas' de la Alameda. De cómo nos trasladan al otro lado del charco y a siglos atrás la Iglesia del Carmen, la de San Antonio y nuestra 'Catedral del Mar'. No es la primera vez que hablamos de ese vínculo que nos hace que la plata más valiosa de nuestra Semana Santa sea mexicana, que el 'chan chan' suene a carnaval y que la guayabera sea una prenda compartida, pero tan nuestra que hasta tenemos en la ciudad, una Real Orden para protegerla.
La influencia de España con Cádiz como punta de lanza en Iberoamérica ha sido intermitente, pero intensa. No se entendería, evidentemente, sin la época en la que éramos el puerto de paso al nuevo mundo o sin la presencia de la Casa de la Contratación en esta ciudad. Sin embargo, lo que muy seguramente nos unió para siempre fue esa Constitución forjada entre «españoles de ambos hemisferios». Ahí fue cuando, como en un pacto eterno entre amigos, sellamos eso de «hermanos» al otro lado del charco. Una historia y tradición que ha derivado, ya en la actualidad, que España esté representada doblemente en la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas (UCCI) con Cádiz y Madrid, algo que se cuidó especialmente en los años de Gobierno de la ciudad del 1996 al 2015 y que ahora, tras cierta parálisis, se ha vuelto, como debía ser, a recuperar.
Y, por eso, con ese apelativo de 'cuna de la libertad' que llevamos a gala, si toda España tiene un compromiso con la libertad y con Venezuela, Cádiz lo tiene aún más.
Llegados a este punto y viendo lo que ha ocurrido en estos días en ese país, observamos dos mundos paralelos. El primero, el de la versión oficialista: que da falsamente la victoria a Maduro, con porcentajes tan erróneos y chapuzas que, sumados, superan el 100%; y que deporta expediciones que buscan garantizar procesos limpios porque tiene mucho que esconder bajo las alfombras del Palacio de Miraflores. En este mundo irreal y oscuro, tienen el honor de contar con un expresidente del Gobierno de España como Zapatero y con el fundador de Podemos, Monedero. Por supuesto, con EH Bildu también. Por si quedaba alguna duda de lo que representan. Cuentan, además, con el silencio cómplice del Gobierno actual: muy valiente en combatir la memoria de dictadores muertos y en meterse en conflictos internacionales ajenos, pero muy cobarde en enfrentarse a la izquierda caribeña que ha arrasado esa zona del mapa.
El segundo mundo paralelo, el correcto, es el de la realidad y el que se observa desde las democracias avanzadas. Democracias que reconocen el resultado de cambio en paz en ese país y que piden el fin del régimen.
Hace más de 200 años, Cádiz y España también tuvieron que decidir cómo afrontar una situación convulsa y apostaron, con el apoyo de los españoles de ambos hemisferios, por el camino de la ley y la libertad. Lo hicieron con una Constitución que fue pionera en su momento y que, aunque duró poco tiempo, dejó una huella imborrable. En la actualidad, Venezuela necesita más que nunca, un cambio de rumbo y necesita el apoyo sin fisuras de sus hermanos del continente europeo.
Por eso, desde todos los puntos de España pero, especialmente los gaditanos, debemos exigir al Gobierno estatal que defienda la ley y la democracia en ese país, sin fisuras y sin que le tiemblen las piernas por molestar a socios y amigos. Que nuestro compromiso con Latinoamérica no solo se quede en la imagen que nos evoca nuestra Catedral junto al mar o en llevar una guayabera cuando el calor empieza a apretar, sino que sea un compromiso real con la libertad.