OPINIÓN
Gracias, Cádiz
Y gracias, Cádiz, en definitiva, porque en esas tablas del Falla, se queda en forma de pregón un trocito de mi, para la Eternidad

«Gracias, Cádiz».
Con esta frase podría, prácticamente, acabar esta columna cuyo objetivo no es otro que agradecer lo que el domingo viví sobre las tablas del Falla.
Podría dar las gracias en primer lugar, por todo el cariño recibido en estos meses y, especialmente ... el pasado día 6 de abril. Cariño de hermandades, de medios de comunicación y de la ciudad en general. De abrazos, besos y afectos al salir del Gran Teatro Falla.
Podría, también, agradecer la oportunidad al Consejo de Hermandades de poder subirme a las tablas de ese teatro. De conocer sus entrañas por dentro, de ver cómo trabajan sus profesionales y de vivir una sensación única: hablar desde el escenario, pareciendo que estás ante la inmensidad. Algo que, incluso, a una persona como Ángel Expósito, que acumula vivencias impresionantes, le sorprendió especialmente. Máxime cuando, entre la tiniebla, ves el «Paraíso» en lo alto, dibujado.
Sin embargo, este »Gracias», a la ciudad que me vio nacer y a la que tanto quiero, tras haber estado los dos «frente a frente» durante algo menos de noventa minutos, es sobre todo, un gracias por poder haber profundizado un poco más en su carácter y en el tesoro «divino» y «humano» que es su Semana Santa. Sin ella es imposible entender esta ciudad. No solo por la fe, no solo por la historia, sino por su impacto en las relaciones humanas, por la capacidad de aportar valores, conocimientos, aptitudes y actitudes que bien potenciadas son muy útiles para nuestro día a día.
El pregón anunciaba que queda una semana para «abrir las puertas del cofre» que guarda este tesoro. Ya nos queda menos. Pero, también, intentaba que, por un lado, los propios «enamorados» de la Semana Santa, nos centremos en potenciar lo positivo y exportarlo más. Por otro, buscaba que quienes no han conocido o no entienden aún este tesoro empiecen a valorarlo.
Por todo ello. Gracias. Por el cariño recibido, por la oportunidad y porque existe este «tesoro divino y humano», tesoro de la fe y de lo terrenal, como es nuestra Catedral. Y gracias, Cádiz, en definitiva, porque en esas tablas del Falla, se queda en forma de pregón un trocito de mi, para la Eternidad. Y eso, con casi nada, se puede comparar.