Fisuras y grietas
Las fuerzas que están tensionando nuestra sociedad han hecho que esas fisuras se empiecen a convertir en profundas grietas
Uno de los mayores temores de un propietario, residente, arquitecto o cualquier persona relacionada con un edificio determinado es que empiecen a aparecer fisuras y grietas en él. Grietas y fisuras; fisuras y grietas son dos términos que la población, con frecuencia, confunde pero que ... no son exactamente iguales. De hecho, tienen importantes diferencias. De manera resumida, mientras que la fisura suele ser algo «estético», «superficial», «de profundidad o espesor mínimos», y no entraña, por lo general, peligro real, con las grietas lo contrario. De mayor espesor y dimensiones, suele comprometer la estabilidad del elemento donde aparece, pudiendo provocar que colapse.
En lo que sí coinciden grietas y fisuras es que tienen orígenes habitualmente comunes: movimientos imprevistos, uso excesivo, presiones inesperadas, deterioro de piezas, etc.
En sociedades complejas, como la actual, es lógico que nazcan fisuras. Son ejemplo, además, de que están vivas, porque lo contrario significaría que no existe ningún tipo de movimiento en ellas. Esas fisuras, normalmente, como ocurren con las de un edificio, son «estéticas» y superficiales y pueden subsanarse. Sin embargo, si las tensiones aumentan, las fisuras pueden acabar siendo grietas irreparables.
Ese, desgraciadamente, es el punto en el que se encuentra España. Las fuerzas que están tensionando nuestra sociedad han hecho que esas fisuras se empiecen a convertir en profundas grietas. Tensiones que vienen provocadas, esencialmente, por el lado izquierdo.
Hay temas que afectan a los sentimientos y a la moral que suelen provocar fácilmente fisuras. Son pequeñas vibraciones «sísmicas» que pueden deteriorar amistades, cenas familiares y, por supuesto, cualquier relación humana. Porque, con casi 8.000 millones de personas en el mundo y 47 millones de españoles es imposible, - y tampoco sería bueno - que todos piensen igual. Por eso mismo, porque no hay un criterio único y, mucho menos, una verdad absoluta en ciertos temas, cuando los poderes públicos pretenden regular temas que inciden directamente en los sentimientos deben hacerlo con extremo cuidado. Deben hacerlo, esencialmente, con una premisa: apuntalar bien la estructura para que las fisuras no se conviertan en grietas. Y ese puntal significa contar con un amplio abanico de hechos objetivos e intentar darles cabida en la decisión final.
Uno de los principales errores de este gobierno es que, por interés ideológico, por acorralar a la oposición o por imponer el modelo «único» de sociedad que defienden, han abierto en este tiempo un sinfín de cajas de pandora que han generado grietas en la sociedad española. La Ley Celaá y la Ley de Universidades, la banalización del derecho a la vida y de la dignidad humana en cualquier situación vital, el revisionismo histórico sesgado, la Ley del «Sí es Sí» o la Ley «Trans», entre otras muchas, son golpes directos a la estabilidad de nuestra convivencia que convierten fisuras en grietas.
Además de que muchas de estas cuestiones se han puesto en la agenda para dejar de hablar de otras más urgentes - sin ir más lejos de cómo hacer frente de manera eficaz a los problemas del día a día de los españoles de a pie - todas las decisiones se han ido tomando saltándose el criterio de la oposición, de expertos en la temática y de la sociedad civil en general.
Por eso, si como todo parece indicar, después de las próximas elecciones generales se produce un cambio en el Gobierno, quien venga tendrá que hacer frente a una doble situación. Por un lado, reconstruir las cenizas del desastre económico. Por otro, y no menos importante, disminuir las tensiones existentes y reparar las grietas generadas.
Tanto la primera como la segunda van a ser tareas titánicas. Sin embargo, serán esenciales para que esas grietas no provoquen que nuestro país se desmorone por completo.