OPINIÓN

Fachadas en decadencia

«La forma en que los miembros del gobierno comunican y lanzan mensajes, apoyados en falsedades y ataques al discrepante, refleja ese deterioro de la «fachada» de la política que se traslada a los servicios públicos«

Dicen quienes han estado en La Habana, esa ciudad cubana a la que muchos comparan con Cádiz, que una de las cosas que más sorprende de ella es su ambiente decadente en el que se mezclan palacetes coloniales con escombros y fachadas con elementos a ... punto de derrumbarse.

Son cicatrices de una ciudad que es de los ejemplos más palpables de cómo un lugar, que en su momento fue próspero, puede caer en la decadencia más absoluta por una gestión política nociva y desastrosa. Cicatrices compartidas en mayor o menor medida por otros países del entorno caribeño e iberoamericano.

Otros lugares, como Portugal, aunque ahora esté despertando, muestran en fachadas concretos aires de decadencia. En Italia, lugares como Nápoles u otras localidades sicilianas cuentan también con «fachadas espejo» de esos años de desorganización y políticas dudosas.

Yéndonos mucho más cerca, la ciudad de Cádiz entre 2015 y 2023, experimentó un deterioro notable en su apariencia: mayor suciedad, falta de mantenimiento en edificios singulares y en las fachadas en general. Una metáfora de la parálisis que había en la gestión política de la ciudad.

Pero, a veces, ese deterioro que vemos en una fachada, no solo tiene trascendencia en lo visual, sino también en lo moral. Porque las ciudades que están deterioradas, atraen más el vandalismo y la delincuencia. Los gobiernos en decadencia, funcionan igual. Y los servicios se resienten. Así pasó en Andalucía en la etapa de los ERE y la corrupción socialista, en la que, además de una fachada de escándalos muy llamativos, la cruda realidad eran servicios públicos muy atrasados y falta de ilusión por el futuro.

El Gobierno de España no se queda atrás en esta tendencia de decadencia de la que hablamos. La forma en que los miembros del gobierno comunican y lanzan mensajes, apoyados en falsedades y ataques al discrepante, refleja ese deterioro de la «fachada» de la política que se traslada a los servicios públicos.

Un claro ejemplo de esto es los servicios que ofrece RENFE que, además, dependen del ministro que, quizá, encarne mejor esa degeneración de las formas y el fondo de la política. La reducción reciente del compromiso de puntualidad que provoca que, cuando un tren se retrase -algo que ocurre día sí y día también- no te indemnicen como lo hacían antes, es otro «desconchón» en una fachada que está cerca de derrumbarse. Con falta de maquinistas, trenes obsoletos, falta de plazas en larga y media distancia en provincias como la nuestra Cádiz, billetes a precios insostenibles, una red de cercanías a punto de colapsar y averías frecuentes no es difícil darse cuenta de que este sistema está fallando a sus ciudadanos.

La respuesta, frente al deterioro, siempre será por parte de este Gobierno, al estilo de esos países y ciudades que hemos citado, darnos soluciones placebo. En vez de mejorar los servicios, vendemos humo. En vez de arreglar los problemas estructurales, ponemos parches.

Lo preocupante de esta decadencia es que, cuando esto pase, volver al estado inicial en el que estábamos antes de los estragos causados por el vandalismo político será una labor muy dura. Esto es precisamente lo que nos espera tras el mandato del gobierno de Sánchez. Cada día perdido en la ineficiencia y la dejadez es otro paso atrás que nos aleja, no solo de mejorar, sino de no empeorar.

Y es que, cuando esto acabe, cuando estos años de deterioro pasen, no solo habrá que mejorar las fachadas, estructuras y cimientos, sino que habrá que reconstruir también moral y anímicamente a un país que están dejando noqueado. Por eso, no podemos perder ni un minuto y pensar en cómo vamos a reparar lo que otros han roto y, lo que es casi más importante, cómo podemos evitar que vuelvan a estropearlo.

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