OPINIÓN
Esponjas
En cambio, si sabemos seleccionar como «esponjas» lo bueno que otros nos transmiten, escurriendo lo que no merece la pena, puede que nuestra existencia sea más llevadera
El jueves por la noche conocí el fallecimiento de Javier Anso, director del Colegio San Felipe Neri durante una parte importante de los años que estudié allí. Se nos fue en Madrid, en la Comunidad Marianista de Nuestra Señora del Pilar, colegio hermano del gaditano.
Aunque nos conocíamos bien, reconozco que no mantuvimos una relación estrecha en los últimos años, a diferencia de la que tengo y tuve con otros profesores o religiosos del colegio. Nuestro nexo de unión, en el último tiempo lo mantuvo un amigo común que nos cruzaba los artículos de opinión que escribíamos en medios de comunicación gaditanos. Fue este amigo común el que me avisó de su fallecimiento y, el que, aproximadamente hace un año, me reenvió un mensaje de felicitación de Javier cuando salí elegido Diputado en el Congreso. Un mensaje que recuerdo que recibí con mucha alegría. Fue esta persona, también, quien me dio su teléfono para quedar en Madrid y tomar un café para charlar e intercambiar vivencias entre un antiguo alumno salido hace unos diez años y quien fuera director del colegio que forjó parte de mi personalidad. Algo que, por cierto, nunca llegué a hacer y de lo que hoy, escribiendo estas líneas, me arrepiento queriendo volver atrás y poder tomarnos ese café.
Porque como decía, aunque no teníamos mucha relación, habría sido enriquecedor conversar con él. Javier, otro vasco que desarrolló parte importante de su vida en Cádiz, otro hijo de «Euskadiz» que, sin ser él sacerdote marianista, sino laico al servicio de la congregación, encarnaba excelentemente, una de las características más interesantes que enseña esta orden con su educación: la mirada amplia de la vida y no sesgada. Algo que quien lo capta y lo entiende, desarrolla la habilidad de ver en los demás, muy a menudo, y por muy difícil que parezca, algo positivo e interesante. Eso supone un valor que nos permite ser «esponjas» para impregnarnos de lo mejor que otros tienen, escurriendo lo malo. Una cualidad que es esencial para formar equipos y hacer que todos entiendan cuál es su rol dando lo mejor de sí mismos. Aptitud que, con el fomento del deporte y de otras actividades en grupo, se amplifica.
Esto, evidentemente, puede que sea común a muchos planes de estudio y ofertas educativas de todo tipo de centros, pero es una característica, sin duda, muy propia de los marianistas y que es fácilmente identificable en personas que ahora ocupan lugares en la sociedad en los que es necesaria y que, en su momento, pasaron por alguno de estos colegios repartidos en distintos puntos de España.
Precisamente, decía Pérez-Reverte en una entrevista de este mes que ese valor de la amplitud de miras, de ver en el contrario algo de lo que aprender, es de lo que él se siente más contento de haber adquirido con los años y era lo que echaba en falta, principalmente, en la España de hoy. Sin decir que tenga la verdad absoluta en todas sus afirmaciones, en este caso, razón no le falta. Una cualidad, por cierto, que no significa en absoluto no tener ideas, principios y ser un veleta, sino ser capaz de, desde tus planteamientos, incorporar puntos de vista que los fortalezcan cubriendo muchos más ángulos.
Esas tres ideas descritas: el fallecimiento de Javier Anso, ese valor esencial de la educación marianista y la opinión de Pérez Reverte, cobran aún más sentido conjuntamente en este mes, el de noviembre. El mes en el que más reflexionamos sobre la muerte. Quizá el único. Y viene a colación de ello una frase que, también, escuché el otro día: que la vida es, en parte, una resolución continua de retos y problemas, uno tras otro, hasta que morimos. Todos encontramos dificultades en nuestra vida y obstáculos en el día a día. Si a ellos añadimos el permanente enfrentamiento con el contrario, haremos la vida aún más complicada. En cambio, si sabemos seleccionar como «esponjas» lo bueno que otros nos transmiten, escurriendo lo que no merece la pena, puede que nuestra existencia sea más llevadera. Siempre que intente mirar más allá, intentando entender lo que, al principio, no me termina de encajar en mis esquemas, seguramente me acuerde de Javier y de aquellos años en el colegio del que salí hace una década. Descanse en Paz. Seguro que ya está allí arriba con la Virgen del Pilar.