OPINIÓN
El 'Espíritu de La Pepa' (II)
Hoy, 19 de marzo, muchos miran con nostalgia a ese espíritu ilustrado que nació en 1812, para algunos la cuna de nuestra democracia actual, y que ha permitido que Cádiz sea protagonista de la historia del parlamentarismo español
Cuando un gaditano visita el Congreso de los Diputados descubre un lugar que, además de impresionar por su historia, reescrita cada día, está lleno de referencias a su provincia y a la ciudad que le da nombre. Y es que, Cádiz está presente en casi ... todos los edificios que forman las Cortes Generales españolas: desde los cuadros realizados por el pintor Hernán Cortés de los 7 padres de la Constitución de 1978, entre los que está José Pedro Pérez-Llorca, nacido en Cádiz y alumno del Colegio San Felipe Neri, hasta un ejemplar de 'La Pepa' presidiendo la entrada, pasando por Emilio Castelar o Segismundo Moret. Pasando, por supuesto, por uno de los dos cuadros que más destacan en el Hemiciclo: el de la jura de los diputados en la Isla de León que acabarían dando forma a 'La Pepa' en el Oratorio de San Felipe Neri, realizado por José Casado de Alisal.
Hoy, 19 de marzo, muchos miran con nostalgia a ese espíritu ilustrado que nació en 1812, para algunos la cuna de nuestra democracia actual, y que ha permitido que Cádiz sea protagonista de la historia del parlamentarismo español.
Pero, sin embargo, por mucho afecto al pasado que nos generen nuestros inicios constitucionales, debemos ser conscientes de que, ese momento no fue fácil. Y es que, dejando a un lado los ajustes y negociaciones relacionados con la redacción del texto en sí, algo que siempre genera acalorados debates políticos, lo realmente difícil fueron todas las circunstancias externas que rodearon a lo ocurrido en los días previos a la proclamación de la Primera Constitución: la amenaza de una invasión francesa acechando desde el Trocadero y un rey huído que ya había traicionado a los españoles y que lo volvería a hacer en la primera oportunidad que tuviese. Es decir, una España a la deriva, en medio de una tormenta y sin nadie que llevase el timón.
Un buen amigo y habitual lector, que fue quien me sugirió que esta semana le diese al artículo un enfoque relacionado con el Cádiz Constitucional, me dijo también que no estableciera comparaciones entre aquella época y la actual, Sin embargo, es difícil no hacerlo. Y es que, ahora también vivimos momentos convulsos. Evidentemente, no comparables a la amenaza de un enemigo armado, como era el ejército francés de Napoleón. En cambio, también vemos cómo nuestro Estado de derecho se tambalea, con una ley de amnistía hecha para borrar delitos a quienes buscaban romper la convivencia y que demuestran cada día lo poco que les importamos. Tanto es así que la convocatoria de unas elecciones regionales en Cataluña, nos ha dejado a todos los españoles sin presupuestos que, por muy malos que fueran, siempre son mejores que no tenerlos. Casi dos siglos después, no es ni mucho menos el Rey, sino el presidente del Gobierno quien nos miente y nos engaña a los españoles en repetidas ocasiones por salvarse a sí mismo y mantener el poder. Y puede que no esté ausente, en otro país, pero no hay duda de que está a miles de kilómetros de los problemas reales de los españoles. Un Fernando VII de nuestro tiempo.
Y, siguiendo con las comparaciones, ese 'Espíritu de la Pepa' del que ya hablamos en otra ocasión, rebelde, pero alegre y esperanzador, que sabe sobreponerse y tirar hacia adelante con lo que tenemos, debe renacer doscientos años después.
Porque desde Cádiz, para el resto de España, podemos demostrar que, a pesar de que las cosas no vayan bien y estemos acechados por quienes sólo entienden la política para su propio beneficio, igual que en 1812 fuimos capaces, en condiciones difíciles, de reescribir la historia; ahora también se puede resistir y hacer grandes cosas, teniendo un camino propio y empujando entre todos.
Y es que, aquí siempre al mal tiempo le hemos puesto buena cara. Ese optimismo es un tesoro que tenemos y no podemos perder. Por mucho que quien nos Gobierne esté convirtiendo la política en un lodazal, intentando sobrevivir aunque su tiempo ya haya pasado y su legado sea un auténtico fracaso.