OPINIÓN
Una Cuaresma que ya ha empezado
Para un gaditano, el hecho de pregonar su Semana Santa, es una de las experiencias más bellas que puede vivir en la vida
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Suele decirse que para un verdadero cofrade la Cuaresma no empieza el Miércoles de Ceniza, sino el propio Lunes de Pascua, cuando la Semana Santa acaba de finalizar. Habrá quien comparta esta afirmación y habrá quien no. Sin embargo, lo que es irrefutable es que ... a quien tiene la fortuna de ser elegido pregonero de la Semana Santa, la Cuaresma le atrapa desde el mismo día del nombramiento. Y eso, exactamente, es lo que me ha pasado a mí. Sin duda, mi Cuaresma personal ya ha empezado. La más larga y, espero que plena, que hasta ahora haya vivido.
Para un gaditano, el hecho de pregonar su Semana Santa es una de las experiencias más bellas que puede vivir en la vida. No solo por el cariño que recibe en forma de mensajes, llamadas, o abrazos, -que llega hasta a abrumar, a pesar de haber vivido experiencias recientes también inolvidables- sino por poder tener la oportunidad de dejar grabada en las tablas del Falla su devoción por la ciudad y por la Semana más bonita del año.
Saber que vas a pregonar la Semana Santa de tu ciudad, es parecido a aquellas cosas en la vida que disfrutas tanto del camino, que deseas que no acaben porque sabes que, en principio, no se repetirán. En eso, esta experiencia también se parece a la Cuaresma para un cofrade, que se vive con tanta intensidad que quieres que llegue su final.
Por eso, oportunidades así no hay que dejarlas pasar. Independientemente de algunas circunstancias personales y edad. En primer lugar, encarándolas con ganas y con fuerza, y lo segundo, volcándose en ellas. Y, en este caso, para «vaciarse» sobre las tablas del Falla hay muchos frentes a cubrir: desde acudir allá donde cada hermandad o medio de comunicación de la ciudad te reclamen, hasta cuajar un buen texto que no deje nada en el tintero, pasando por la futura interpretación del mismo o la escenografía que lo acompañará. También, intentar que ningún invitado vaya a faltar.
Es precisamente lo que afecta al contenido del texto lo que quizá sea más importante: la piedra angular del pregón. Lo demás pasará, pero el texto y cada palabra quedarán. Y aunque son muchos los meses que faltan, como todo proceso creativo, siempre necesita de una idea inicial que después se desarrollará.
Y vienen a la mente preguntas como, ¿qué contar que sea novedoso de una Semana que trasciende entre lo humano y lo divino?, ¿qué contar de esta bendita ciudad?. Puede que sea, precisamente de eso, de las dos caras de la moneda, de lo divino y de lo humano, de lo que haya que hablar. Porque así es nuestra Semana Santa en el sur de España, así es especialmente nuestra ciudad. Una Semana y un lugar donde el cielo, la tierra y el mar se tocan. Algo que también parece hacerlo nuestra Catedral, que sobre el Atlántico parece flotar, pero con sus torres, el cielo llega a alcanzar.
Una Semana Santa que articula e incide en casi toda nuestra ciudad, incluida la Catedral, pero que también lo hace en muchas de nuestras vidas. Y bien encajada en Cádiz y en nuestra existencia supone un tesoro incalculable: un canal para avivar y mantener la fe o para encarar la dificultad. Algo que en nuestra localidad une sin importar la edad, la forma de pensar o la supuesta clase social. Un pilar esencial en vidas monótonas pero también en aquellas que están llenas de actividad y experiencias inolvidables, como sorprendentemente contaba el seleccionador nacional de fútbol, Luis de la Fuente, en una rueda de prensa donde habló de su fe y su devoción particular al Cachorro de Triana. Ese quizá sea el mensaje más potente que se pueda dar llegado el momento: el tesoro que es la Semana Santa en general, extrapolando a Cádiz en particular.
Quedan aún muchos meses para pisar las tablas del Gran Teatro Falla, pero esta Cuaresma personal ya ha echado a andar. Y como en una salida procesional, lo importante, sin duda, será disfrutar de cada paso andado y vivido.