OPINIÓN

Construir y deconstruir

«En la política, que es sin duda un «arte de la vida», como podíamos prever, encontramos también esta necesidad de equilibrio entre la destrucción y la construcción«

Quienes hemos participado en torneos de debate académico, sabemos lo difícil que es equilibrar el ser constructivos y destructivos en una misma intervención. El reto está en saber derribar los argumentos del contrario sin dejar de explicar los tuyos.

Por lo general, en un debate ... académico, se empieza explicando tu posición y visión del tema, usando las intervenciones del principio, llamadas «Introducción» y «Primera Refutación». A medida que el debate avanza, y tu enfoque queda claro, llega el momento de contraatacar y desarmar lo que el adversario ha planteado. Eso sí, no se trata solo de destruir, sino de comparar, conectando tu discurso con el suyo y establecer «puntos de choque», demostrando así por qué tu enfoque era el correcto. Es decir, para desarmar primero dibujas cuál va a ser tu propuesta.

Dedicarte solo a hablar de «tu libro» podía dar la sensación de que planteabas un monólogo paralelo y sin conexión con lo que decía el otro. Por el contrario, centrarte exclusivamente en refutar al adversario, podía hacer que tu exposición quedase incompleta.

Esto mismo lo vivimos, también, en la arquitectura: para construir algo nuevo, muchas veces es cierto que es necesario derribar lo que ya existe, especialmente si lo preexistente no tiene valor, está lleno de defectos o existen riesgos para el usuario. Pero, sin duda, para que haya, en el futuro, un nuevo espacio distinto, hay que dibujarlo y diseñarlo previamente.

En la política, que es sin duda un «arte de la vida», como podíamos prever, encontramos también esta necesidad de equilibrio entre la destrucción y la construcción. Concretamente, en el panorama español actual lo que observamos es un Gobierno central en estado casi de ruina, con zonas con patologías evidentes y riesgo de derrumbe, por lo que es difícil imaginar algo viable si no se empieza por demolerlo.

Sin embargo, centrarnos solo en la demolición puede llevarnos a obsesionarnos con esa «ruina» y quedar atrapados bajo los escombros. Tal y como ocurre en un debate académico, si solo desmontamos lo que nos presenta el adversario y no armamos nuestro proyecto, el jurado, en este caso «los españoles», pensarán que la alternativa está incompleta. Es por ello que es esencial que quienes hacemos oposición, vayamos pensando a la vez en la demolición y en la reconstrucción.

Es esencial, por tanto, demoler y desmontar todo aquello que, actualmente, hace que nuestro sistema se tambalee: instituciones colonizadas y monitorizadas al servicio de un mal superior, escándalos de corrupción que cada vez se agrandan más, así como el hecho de pactar con lo más inmoral del tablero político. Pero también es, igualmente, fundamental hablar de cómo será esa nueva construcción: de cómo se abordará el reto de la vivienda, de la flexibilidad laboral para compatibilizar la vida personal y familiar con el desarrollo profesional, de cómo recuperar un sistema de trenes que sea bandera de orgullo internacional, de cómo tienen que comportarse éticamente los políticos o de aspectos tan fundamentales como la seguridad.

Y es que, es igual de importante acelerar el derrumbe de este sistema nefasto de más de seis años para que caiga, que tener pensado qué hacer después para poner la primera piedra de la reconstrucción lo antes posible. Aunque lo que tenemos delante parezca muy resistente, puede que en algún momento, solo y agotado por las tensiones y el esfuerzo estructural de resistir contra el peso de los escándalos, el sistema se derrumbe.

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