OPINIÓN
La capilaridad de los buenos
Esa capilaridad «de los buenos», que no hace ruido, es la que permite, en parte, la hegemonía en ciertos territorios donde gobierna la alternativa a la destrucción que encabeza quien duerme en el Palacio de la Moncloa
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En 2021, escribía en este mismo periódico una columna titulada 'Alejandro', dos días después de las elecciones al Parlamento de Cataluña de ese año y en la que hablaba, entre otras cosas, de que, a pesar de todo, era vital preservar en política a ... aquellas personas que construyen discursos bien argumentados y consiguen comunicar con naturalidad, empatía y sinceridad. Personas como Alejandro Fernández. Tres años después siento esa bonita sensación de que el tiempo te dé la razón.
Decíamos por aquel entonces que la mayor parte de la maquinaria mediática de España estaba al servicio de las 'siniestras' intenciones de la izquierda y el independentismo, lo que provocaba que cualquier alternativa en forma de mensajes basados en la razón fuese apisonada. Tres años después, directamente, esa maquinaria se ha convertido en correa de transmisión de la mayor factoría de bulos y lodo conocida en el último tiempo. Por tanto, el reto de que las ideas de la normalidad calen se hace todavía más complejo. Y de ahí el mérito del resultado del PP, de Alejandro y de Feijóo. Un líder nacional que sabe dar el sitio adecuado a todos y que ha trabajado sin descanso esta campaña.
Viendo eso, no todo está perdido. Es cierto que si intentamos derrotar al mal con sus mismas armas siempre nos acabará ganando. Por eso, hay que jugar diferente. En un momento en el que lo humano se ha sustituido por lo tecnológico, quizá sea el momento de reforzar mucho más el contacto humano en política.
Y es que, por mucha red social que exista, por muchos medios de difusión de los que dispongamos, la mayor manera de recordar a alguien y de conectar con algo es conocerlo en persona. Por eso, es fundamental que la alternativa a Sánchez y sus socios, refuerce lo que siempre ha sido una fórmula de éxito: la capilaridad en el territorio. Y que lo haga especialmente en aquellos lugares donde las políticas 'siniestras' han avanzado con más fuerza.
Porque, pateando el terreno y conociendo desde lo municipal a cada vecino, reuniéndonos sin descanso con todos, incluso aunque piensen diferente, identificando e implicándonos en 'ágoras comunes' - entornos 'no políticos' que mezclan personas de distintas ideologías bajo un mismo hecho cultural o social- donde tengamos personas que hagan de altavoces, con su ejemplo, de nuestro proyecto, será más difícil que el lodo y el fango no embarre y oculte nuestras ideas. Será más fácil que, en el cara a cara, podamos convencer por seducción y no por imposición, explicando el proyecto de una España que funciona en la mayoría de Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Es decir, poder explicar un proyecto que no busca construir castillos en el aire, sino que se basa en realidades.
Esa capilaridad 'de los buenos', que no hace ruido, es la que permite, en parte, la hegemonía en ciertos territorios donde gobierna la alternativa a la destrucción que encabeza quien duerme en el Palacio de la Moncloa. Y es la que hay que seguir reforzando en toda España, pero sobre todo en Cataluña y País Vasco, los dos lugares que más necesitan estas ideas frescas. Para eso, hay que trabajar para llevarlas hasta cada rincón, persona a persona, y siendo, quienes transmitan estos mensajes, personas respetables más allá de su condición política.
Será la mejor forma de consolidar el haber puesto en los últimos días los cimientos de esa 'alternativa'. Porque en un mundo tan acelerado, hay que poner algo de pausa. Y la mejor manera de combatir este 'fango' acelerado, es con capilaridad. Como la del Mar Mediterráneo que con su brisa tranquila, que tampoco hace ruido, baña Cataluña desde la costa al interior. Brisa tranquila que la hizo abrirse al mundo y que poco a poco, la tiene que volver a impregnar.