Cádiz cofrade

Ya bien sea como cofrades o como gaditanos que buscan el bien para su ciudad, es común escuchar la opinión de que el sábado ha podido suponer un punto de inflexión y una puerta abierta al futuro. Y esa es otra característica de los días grandes: que suponen un antes y un después en un determinado ámbito.

Y es que la jornada de la Magna, aunque tenga sus claroscuros y deje aspectos que tengamos que seguir revisando y poniendo en cuestión, deja, en líneas generales, un buen sabor de boca.

En primer lugar, porque desde un punto de vista estético, la conclusión que podemos extraer es que, a nivel de pasos de misterio, la ciudad tiene margen de crecimiento y futuro prometedor. Los pasos de la Hermandad del Prendimiento, de las Penas –todo un acierto el cambio, que ojalá sea el inicio de un camino y no algo puntual–, del Despojado o del Ecce – Homo, entre otros, cuando estén acabados dotarán de una grandeza tremenda a la ciudad. Solamente hace falta que se busquen las vías de financiación adecuadas para que estos proyectos se culminen. Ideas hay muchas y aunque los tiempos no son los mejores, con imaginación, las ideas salen adelante. El interior de la Catedral fue un escenario de lujo para observarlos. Vinculado a lo anterior, en el inevitable plano de la carga, hay hermandades que han encontrado un estilo propio que dignifica la manera de andar de sus pasos. Se puede mantener la tradición sin necesidad de caer en demasía en la chabacanería. Se trata de trabajar bien en los ensayos, encontrar las personas adecuadas y marcar un estilo. Si a eso le añadimos una buena selección musical, el resultado suele ser óptimo. Las bandas que sonaron durante la Magna, nos hicieron ver cómo la cuestión musical es fundamental para que el conjunto funcione.

En segundo lugar, y no por ello menos importante, Cádiz en esta jornada pareció romper de un plumazo con el mantra de que la ciudad «no es cofrade». Efectivamente, en nuestra ciudad priman otras cosas, pero esas cuestiones beben del mundo cofrade. Son ámbitos que directamente se tocan. Sabiendo hacer que convivan, la Magna del sábado demostró que hay un «Cádiz Cofrade» que cultivar. Si el clero se implicase, si las cofradías apostasen por la formación como un elemento esencial, avanzaríamos muchísimo. Es cierto que muchos ven una procesión como si fuera un espectáculo gratuito más, pero hay otros muchos que no. Y son esos, los que con trabajo callado y de persuasión pueden hacer que otro grupo numeroso entienda lo que significa el discurrir de un paso. Hay dos pruebas inequívocas de que la ciudad cuenta con esa masa a la espera de fermentar: por un lado, la cantidad de personas implicadas en la organización del evento. Por otro, aunque parezca banal, que cada vez que un bar en nuestra ciudad es regentado por un cofrade o se convierte en punto de encuentro de éstos, no suele faltarle clientela.

Y estas dos cuestiones, la estética y la del «espíritu cofrade» redundan en un beneficio general para la ciudad. Porque cuanto mejor sea la plástica de nuestras hermandades en la calle, cuanto mayor calidad tengan sus enseres, cuanto mejor sea el ambiente, más se generará alrededor de la Semana Santa. Porque los beneficios que podemos extraer de ella, además del plano espiritual, son incalculables. Muchos siguen sin verlo. Sin embargo, el trabajo callado y humilde de muchos va dando, poco a poco, sus frutos.