Cádiz en las alturas
Ese Cádiz en las alturas, como ocurre con nuestro borde marítimo y con otras cuestiones de nuestra trama urbana, es un Cádiz por explorar que, si somos inteligentes, tiene mucho que poder aportar
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Además de su carácter funcional, la arquitectura tiene otro valor: ser reflejo de la identidad de un determinado lugar. La forma de un edificio, sus colores, el material con el que está hecho, así como su distribución, suele ir vinculado a una cultura determinada. Las ... azoteas, aunque estén presentes en muchas partes del mundo son, sin duda, un símbolo de la cultura mediterránea. Grecia, Italia, Portugal y España, son países en los que las azoteas se miman de una manera especial.
Porque no solo son el espacio donde se colocan aquellas máquinas que no pueden ir situadas en las fachadas o dentro de las viviendas, además de una zona donde se puede tender la ropa. Para muchos, especialmente en el sur de España, la azotea ha sido un lugar de reunión con amigos, de paz, de libertad en tiempos de confinamiento y de recuerdos cotidianos pero imborrables que se han ido sedimentando durante toda una vida: desde la infancia hasta la madurez.
Cádiz no sería lo que es sin sus azoteas. Su vista aérea sería muy diferente si nuestra cultura no incitase a aprovechar ese espacio como una parte más de la vivienda. Sin embargo, a pesar de que la azotea de los edificios de la ciudad es algo inherente en nuestra forma de ser, no estamos aprovechando todo el potencial que pueden tener.
Y es que, aunque de manera privada, quien dispone de ella, en ocasiones la utiliza para su propio disfrute, a diferencia de otras ciudades españolas – Madrid, Barcelona, Valencia o Palma de Mallorca - y de otras vecinas – sin ir más lejos, Málaga o Sevilla – Cádiz no ha hecho una apuesta por abrir sus azoteas al público local y a sus visitantes. En esta ciudad se cuentan con los dedos de las manos las terrazas con negocios hosteleros que se encuentran en las alturas. De hecho, salvo que alguna se quede en el tintero, no llegan ni a cinco los hoteles o establecimientos que utilizan la azotea para exprimir lo que ofrece la ciudad.
Si la memoria no falla, no existe ningún restaurante situado en las alturas, ni en Puerta de Tierra ni en el «Casco Histórico». Eso que otros llaman «sky bar», en Cádiz no lo hemos llegado a desarrollar en todo su potencial, pese a ser una de las ciudades en las que, por su morfología y por las vistas que ofrece, el poder cenar o tomar algo en las alturas sea más interesante. Una opción que nos permitiría, además, aprovechar mejor nuestra ciudad, que cuenta con las limitaciones espaciales a nivel de suelo que ya todos conocemos.
Parece contradictorio que, con la cantidad de fincas del centro urbano que se están reconvirtiendo en hoteles, pisos o apartamentos turísticos solamente un número muy reducido de ellos hayan apostado por esta opción. De esta forma, también, estos establecimientos generarían la opción de que no solo los turistas, sino también quienes viven o han nacido en Cádiz puedan disfrutar de estos nuevos espacios de la ciudad, como ya ocurre frecuentemente con las pocas opciones que ya existen. Hay quien piensa que solo el espacio de titularidad pública es disfrutable por los ciudadanos, cuando realmente no es así. Todo lugar, aunque sea de propiedad privada, abierto al público es susceptible de convertirse en un foco de encuentro y disfrute.
El crecimiento y desarrollo de nuestra ciudad pasa por aprovechar, con ingenio, cada rincón. Las azoteas son símbolo de lo que somos, por eso, no hay manera más gaditana de avanzar que poniéndolas en valor y facilitando su uso: para crecer económicamente, para descubrir nuevos espacios en la ciudad y para hacer partícipe a todos de este avance. Ese Cádiz en las alturas, como ocurre con nuestro borde marítimo y con otras cuestiones de nuestra trama urbana, es un Cádiz por explorar que, si somos inteligentes, tiene mucho que poder aportar.