OPINIÓN
Burbujas
El mundo está lleno de burbujas: unas físicas, otras metafóricas. Nuestras relaciones sociales y día a día, también lo están
Para los nacidos en un puerto de mar como Cádiz una burbuja podría ser aquello que embellece el borde de las olas que rompen en la orilla como si del encaje de una tela se tratase. Puede ser, también, para otros, las esferas móviles que aparecen en un vaso que contiene una bebida con gas y que ascienden sin saberse muy bien cuál será su destino final. Para un entendido en economía una burbuja sería un fenómeno anormal en el mercado y que suele acabar mal. Para quien está de vacaciones una burbuja es, habitualmente, la manera de expresar su momento de desconexión y felicidad.
El mundo está lleno de burbujas: unas físicas, otras metafóricas. Nuestras relaciones sociales y día a día, también lo están. Burbujas que se tocan pero que, muchas veces, son estancas y difícilmente se comunican.
Un empleo, un grupo de amigos, un «hobbie», un determinado ambiente familiar puede llegar a ser una burbuja impermeable. Algo que, en ocasiones, es bueno porque nos permite estar cómodos en él pero que, en otras nos aísla en exceso del exterior.
La política, en sí misma, suele convertirse en una burbuja con tendencia estanca por muchos motivos diferentes: su importancia mediática, la rapidez de las cosas que ocurren en ella, la ausencia de horarios de principio y fin de la actividad o la tendencia a estar mucho tiempo con las mismas personas.
Sin embargo, si algo en esta vida tendría que ser permeable y poroso para impregnarse por capilaridad de todo lo que sucede alrededor es la política. Porque la política, guste o no, es una burbuja que absorbe, a su vez a otras burbujas y condiciona su desarrollo.
Es bueno, por tanto, que quienes están en política hagan el esfuerzo de hacer esa burbuja lo menos aislada posible. La renovación en los partidos e incorporar talento externo procedente de la sociedad civil siempre es una buena fórmula. A pesar de eso, no debería ser la única. Muchas veces es más importante que los que estén dentro sigan teniendo contacto permanente con la realidad exterior que fagocitar a otros que se acaben incorporando al bucle y pierdan la esencia de lo que les hacía diferentes.
Salir de la burbuja para la política no debe ser solo asistir a eventos organizados por la sociedad civil o reunirse con asociaciones, sino que debería consistir mantener un contacto permanente y diario con la «calle» y con personas que están fuera de la política pero que ésta les afecta directamente, con quienes tiene criterio pero no están condicionados. Un contacto, personal, no solo como políticos, que vaya más allá de las redes sociales que, como todos sabemos, tienden por motivos algorítmicos a generar sus propias burbujas de seguidores y de interacción.
Un contacto con la calle que, donde mejor se da es, sin duda, en la política municipal. Es por eso, que la política en otros ámbitos debería «municipalizarse» para romper burbujas. Y es que, no hay mejor forma de romper una burbuja política que ir por la calle y escuchar lo que opina una persona cualquiera. Esa forma de hacer política «a lo municipal» es lo que ha traído grandes réditos a muchos de los vencedores de estas pasadas elecciones y es, sin duda, lo que el presidente del Gobierno evita hacer. Y es que, se vive mejor en la burbuja del Falcon y de los actos de militantes convencidos.
Por eso, ese es el reto que tienen ahora quienes van a empezar a gobernar en ciertas administraciones: no crear burbujas y coger la esencia de la política municipal para no perder el contacto con la realidad. Un reto a nivel regional y Estatal, y del que deberían tomar nota las instituciones europeas que suelen conformar otra burbuja propia.
En este momento crucial para España, cuantas menos burbujas forme nuestra sociedad y más conectados estemos, mejor nos irá. Deseemos que las burbujas sean solo este verano las de las bebida o las que acompañan a las olas en el mar.