OPINIÓN
El buen camino
«No hay duda, por tanto, de que en esa «esquinita» al noroeste de España, saben sobre caminos y sobre la vida»

El casi milenario Camino de Santiago que tiene Galicia como epicentro, es una experiencia vital siempre recomendable para cualquier persona que pueda realizarlo.
Para llegar a la plaza del Obradoiro en Santiago de Compostela o Finisterre, según el caso, hay muchas maneras de hacerlo, tantas ... como Caminos de Santiago existen: primitivo, francés, portugués, inglés, del norte, etc. Cada uno tiene sus peculiaridades: dificultad, belleza, presencia del mar, bosque, así como lugares para alojarse o comer. Sin embargo, lo importante de éstos es que acaban siempre en el punto correcto.
Así debería ser la política, un abanico de caminos, más o menos directos que, por diferentes sendas, llevasen a un lugar concreto: la posibilidad de que las personas que viven en un determinado lugar tengan las oportunidades necesarias para desarrollar un proyecto de vida digno, en libertad y con prosperidad. En cambio, la política, a diferencia de las rutas que ofrece el Camino de Santiago a los peregrinos, tiende a ser un ámbito en el que, o elegimos la senda correcta y segura, o una mala elección nos puede llevar al desastre. Es como si en una etapa, andando entre los bosques del norte de España, bien por equivocación o por decisión propia, eligiéramos un sendero que, en vez de acercarnos al «Pórtico de la Gloria», nos llevase a caer por un acantilado. Esa metáfora, se refleja muy bien en los dos últimos periodos electorales que hemos vivido.
Quienes eligieron el 23 de julio, de manera respetable, aunque difícilmente entendible, apostar por Pedro Sánchez o alguno de sus socios, nos han conducido a que España ahora esté bajo el chantaje continuo de Puigdemont. Nos condujeron, también, a que tengamos en el Gobierno a ministros como Marlaska, que avergüenzan a cualquier español con un mínimo de dignidad. En cambio, quienes en Galicia, decidieron el pasado domingo seguir por el «buen camino» han evitado la fractura de otro territorio español más.
En esa elección de caminos, el PSOE de Sánchez, arrastrando a lo que quedaba de su agrupación en Galicia, decidió que lo mejor era seguir el rumbo envenenado del BNG, como el vagón que se engancha a la cabecera de un tren sin importar hacia dónde éste va. Y esa decisión de tomar un camino equivocado, ha tenido consecuencias dramáticas, llevándolos a descarrilar. Tanto es así que, el partido que dirige Pedro Sánchez, salvo en contadas excepciones, a nivel territorial, se ha convertido en un conjunto de solares repartido por los diferentes caminos que llevan a distintos lugares españoles: Andalucía, Murcia, Comunidad Valenciana, Extremadura, La Rioja, Castilla y León, Baleares, Madrid y ahora Galicia. Solares que en muchos casos han sido «okupados» por fuerzas separatistas y nocivas, como ocurre en Pamplona.
Sin embargo, que muchos apuesten por caminos equivocados, hace que el correcto, el buen camino, quede mucho más claro y despejado. Y ese es otro de los hechos que se deducen de lo ocurrido este último domingo. Porque frente a la zarza que desgarra la piel, frente a los socavones y las pendientes peligrosas, frente a la oscuridad o la incertidumbre de algunos senderos, apostar, libremente, por aquello que funciona y tiene éxito, se consagra como la decisión más acertada. El paso del tiempo, acaba dando la razón a quienes eligen el «buen camino» y se la ha dado a la mayoría de gallegos que así lo hicieron.
No hay duda, por tanto, de que en esa «esquinita» al noroeste de España, saben sobre caminos y sobre la vida. No estaría mal que en otros puntos de España cercanos apostasen por seguir su ejemplo, como lo hacemos todos cuando realizamos el Camino de Santiago, siguiendo la flecha gallega que se nos marca como «el buen camino». Esa que lleva correctamente a la Plaza del Obradoiro y, por tanto, a donde hay que llegar.