perspectivas
¿Dónde está la bolita?
Imaginemos que, frente a un timador, a quien descubre el engaño, se le intenta obligar a que apoye ese timo
Paseando por las calles, sobre todo en grandes ciudades, siempre me ha llamado la atención quienes se concentran en torno a una actividad que se ve y se sabe que es un timo.
A pesar de ser evidente, muchas personas se acercan a ellas y ... dedican su tiempo a ver cómo, en directo, alguien les engaña. Hay quien, incluso, da un donativo al finalizar el espectáculo o se presta como voluntario, enormemente feliz, aunque un trilero le haya estafado tiempo y dinero. Uno de estos timos más clásicos es el de «la bolita» que nunca aparece.
Ese mismo asombro es el que muchos experimentamos cuando este Gobierno hace alguna de sus jugarretas y un número considerable de personas siguen sin terminar de ver la trampa. La última acción parecida al timo de «¿dónde está la bolita?» han sido los decretos sobre subida de las pensiones, bonificación del transporte o las ayudas por la DANA que han llenado la actualidad esta semana. Decretos que eran «invotables» porque significaban «susto o muerte» ya que, si se aprobaban, a pesar de tener alguna medida interesante, a la vez se favorecía a la «okupación», con el consiguiente impacto en el precio de la vivienda; el coste de los alimentos y la luz se incrementarían; y, de remate, se regalaba un palacete en París con el dinero de todos los españoles al PNV.
Imaginemos que frente a un timador, a quien descubre el engaño, se le intenta obligar a que apoye ese timo. No sería lógico, como no tiene sentido, por tanto, aprobar esas medidas trampa. Ese tipo de situaciones hacen agotadora cualquier labor si el adversario distorsiona siempre las reglas del juego. Es desolador luchar contra permanentes relatos falsos teniendo que demostrar obviedades. Por ejemplo, algo tan simple como que las medidas positivas se podrían aprobar rápidamente por separado si el Gobierno quisiera y que no lo hace por soberbia. Como ese hecho, otros tantos.
Sin embargo, a pesar del cansancio, nada es eterno. Vemos avisos de que el «timador» pueda ser «timado», porque, aunque la picaresca española es ancestral, lo que algunos desarrollan en su Erasmus particular en «Waterloo» les da ventajas. Y si no, habrá que seguir intentando mover la mesa para que, directamente, la bola caiga y los que siguen mirando hipnotizados salgan de su asombro.
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