OPINIÓN
Aristóteles, Spiderman y las vidrieras del hemiciclo
Tanto la historia, como la filosofía, así como hechos que están pasando estos días, indican que para ser buen un líder político, en el fondo, no vale solo con ser ingenioso en un vídeo de 30 segundos o con ser el perfecto candidato para participar en un reality
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Cuando tenemos un empleo, nuestra obligación es hacer las cosas bien. Primero, por supuesto, para seguir en él. Segundo, porque en lo que nos equivoquemos, puede tener consecuencias negativas para otras personas. Casi todos los trabajos, mal realizados, pueden provocar un efecto perjudicial en otros. Ejemplos de esto los encontramos de todos los tipos.
Sin embargo, hay actividades concretas, que conllevan un poder de decisión determinado y, por tanto, una responsabilidad mayor. Entre esas actividades, no siendo la única, ni mucho menos, encontramos la política. Su impacto y relevancia no está generalmente en lo inmediato de una decisión, como puede experimentar un cirujano que opera sobre una mesa a corazón abierto, sino en la magnitud y la cantidad de personas, millones incluso, a las que puede afectar una mala elección. Un impacto que, a veces, ni siquiera se produce como consecuencia de una decisión ya ejecutada, sino simplemente con el anuncio de intenciones concretas a través de palabras equivocadas. La política es un ejemplo de esa frase que, aunque viene de mucho más atrás, todos recordamos gracias a Spiderman: «un gran poder conlleva una gran responsabilidad».
En esa misma línea, ya desde hace siglos, Aristóteles, escribió que las decisiones en política tenían que ir de la mano de la virtud de la «prudencia». Es la «prudencia», además, una de las cuatro virtudes cardinales, junto con la «templanza», la «fortaleza» y la «justicia», que aparecen en las vidrieras que hay sobre la tribuna del Congreso y que, se supone, que tienen que tener los diputados allí sentados.
Tanto la historia, como la filosofía, así como hechos que están pasando estos días, indican que para ser un buen líder político, en el fondo, no vale solo con ser ingenioso en un vídeo de 30 segundos o con ser el perfecto candidato para participar en un reality. Hace falta más. Y es que, las decisiones, tienen el poder de cambiar la vida de millones de personas y, por eso, exigen una gran responsabilidad.
Es necesario, no hay duda, que quienes representan a esa actividad lo entiendan. Pero, también, que quienes eligen, sean capaces de ver más allá de los algoritmos que, a veces, son un simple espejismo.