opinión
Anestesiados
Porque esa anestesia necesita ser contrarrestada de alguna manera, y si no lo hacemos llegará un momento que será imposible despertar y recobrar la conciencia
Afirma el diccionario que 'anestesiar' significa, entre otras cosas, paliar temporalmente un dolor determinado mediante la acción de un medicamento concreto, adormeciendo una parte específica.
Contaba el otro día un conocido presentador de televisión, actuando en calidad de tertuliano, que la sociedad actual está en ... ese estado: anestesiada. Un presentador que pertenece a ese grupo de personas que de todo opina y que, en el fondo, lo más seguro es que de nada entienda. El programa en el que participaba, de audiencia considerable, por ser el único formato similar presente en esa franja horaria, era uno de esos típicos 'magazine' de actualidad con toques de humor y descaradamente escorado a la izquierda en el que las bromas pesadas y el ataque feroz se hacen contra la derecha y las críticas a la izquierda con fundamento y objetividad brillan por su ausencia, aunque sea esa hipotética objetividad de lo que más presuma el programa.
La cuestión de la metáfora sobre una sociedad que se encuentra anestesiada ha sido recurrente en muchos pensadores: desde Platón con su 'Mito de la Caverna', hasta Orwell, pasando por Huxley o, incluso, Antonio Escohotado. Maneras distintas de ver la realidad, pero con esa idea en común.
No es que ese personaje televisivo tenga rango de intelectual, más bien, de todo lo contrario. Ni siquiera es que estuviese apuntando a la dirección correcta donde se ha ido creciendo esa 'adormidera' a la que supuestamente estamos sometidos, porque como otros muchos personajes televisivos, se encuentra alineado con el poder central. Sin embargo, lo llamativo reside ahí: en que las terminales mediáticas del gobierno nos dicen que estamos anestesiados, para que creamos que el adversario está en frente, cuando los causantes son quienes dirigen nuestro país y aquellos que los acompañan.
La responsabilidad la tiene esa actual 'cultura woke' que ha invadido todo: desde anuncios de televisión hasta la educación reglada, pasando por muchas de las series que vemos, programas de entretenimiento que intentan tratar asuntos de calado y de vital importancia pero que los acaban banalizando o la tendencia de las redes sociales. Una cultura de la cancelación, que parece que, o estás con ella, o contra ella y que solo se centra en poner de relieve debates absurdos que deberían quedarse, en muchas ocasiones, en decisiones de ámbito personal porque afectan directamente a la conciencia.
Toda esa calima es la que nos adormece y que hace que los golpes ya no nos duelan. Porque estamos concentrados en otras cosas. Por eso, cada vez es más inútil la indignación política en ciertos temas. Porque a la gente no le interesan, por lo general, o vive ajenos a ellos. Y quien resalta las deficiencias, suele generar cierta pereza y es acusado de 'crispar'.
Por eso, como vivimos generalmente en 'Babia', no indigna la subida de precios, o no se es consciente de que el gobierno tiene posibilidades con incentivos fiscales de paliarla, no genera ninguna reacción que la dirección legislativa del Estado la tengan quienes quieren descomponerlo, tampoco que nos quieran imponer la historia y cómo debemos pensar.
Por eso, la 'batalla cultural', como su propio nombre indica, hay que empezar a darla en otros sitios y de otra forma: en el ámbito sobre todo de la cultura. Los mismos sitios donde otros ya lo hacen. Debe ser un complemento a la política porque, si no se hace así, es como si la alternativa tuviese que boxear con una mano atada a la espalda contra los que tienen a lo 'woke' a su favor. Porque esa anestesia necesita ser contrarrestada de alguna manera, y si no lo hacemos llegará un momento que será imposible despertar y recobrar la conciencia.