Opinión
Alfa y omega
«Es bonito, por tanto, que esta fiesta caiga siempre en los últimos días del año, porque nos recuerda lo que son las familias: el principio y el fin de nuestra vida.»
Pasaba desapercibida el domingo 31, entre Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo y los Reyes que vendrán, una fecha del calendario dedicada a la «Sagrada Familia».
Coincidía, casualidad, con la publicación de un artículo, a raíz de un estudio, en el que se contaba cómo, precisamente, ... las familias están sufriendo un periodo de empequeñecimiento progresivo. Dicho de otro modo: cada vez se forman menos y, las que lo hacen, están compuestas por menos personas. Un hecho que tiene dos impactos negativos: baja natalidad con envejecimiento poblacional, y un aumento exponencial de la soledad en nuestros mayores.
Los caminos que nos han llevado hasta aquí son muy variados, como variados son los tipos de familia reconocidos en la actualidad. Sin embargo, ajustándonos al concepto que recoge el diccionario -grupo de personas, generalmente con algún tipo de parentesco que conviven entre sí y tienen un proyecto de vida compartido- , es esta definición la que parece no pasar por su mejor momento.
Es así, por supuesto y, en primer término, por motivos laborales y económicos. Sin un trabajo estable o sin ahorros, sin emancipación por falta oferta de vivienda asequible y sin medidas efectivas para la conciliación, es muy difícil emprender un proyecto familiar. Máxime si, por cualquier motivo, ese proyecto acaba siendo monoparental. Pero no es menos cierto que, en segundo plano, hay otras causas que han contribuido a que formar una familia esté, cada vez, menos de moda. Afirman observatorios y fundaciones españolas especializadas en este tema que la «era de cristal» en la que vivimos los jóvenes, donde muchos olvidan que todo logro requiere de un esfuerzo previo y en la que el ocio es el fin y no un medio para la felicidad; ha provocado un desarraigo progresivo de la vida en familia. Porque, evidentemente, formar una familia, convivir con alguien, en principio, para siempre, y que se sumen nuevos miembros que piden dedicación y cuidado como son los hijos, implica enormes sacrificios. Sacrificios que no se entienden como atractivos, mucho menos para quiénes estamos en la flor de la vida.
Este hecho anterior engancha, directamente, con el segundo motivo que nos lastra: la falta de marketing positivo que tiene hoy, sobre todo entre los más jóvenes, formar una familia. Nos han vendido, frecuentemente, que cuando tu vida se estabiliza, se acaba la diversión. Que si a esa estabilidad, además, le sumas la llegada de un bebé, tu juventud ha terminado. Algo absurdo ya que cualquier persona coincide en que no hay cosa más rejuvenecedora que vivir una nueva infancia junto a alguien a quien vas viendo y ayudando a crecer. Por no hablar de que estamos sometidos a una apología permanente a la falta de compromiso y a que nos vendan que otros seres vivos son mejor compañía que los hijos.
Olvidan que una familia unida es el mejor refugio para la salud mental. Evidentemente no es fácil, llegarán momentos muy malos y roces, cosas que no se ajustan a nuestro modelo idílico, pero es que en sí misma, ni la Sagrada Familia, como escuché hace poco, se ajustaba a ningún cánon ideal de familia. Fue el resultado, simplemente, de poner en el centro la voluntad de quien todo lo puede.
Es por eso, que esta fiesta es ejemplo, como otras, de aquello que va más allá de los dogmas católicos. Trasciende y nos define culturalmente, compartiendo maneras de ver la vida con otros países del sur de Europa y del Mediterráneo. En este caso, la familia es espejo de eso «tan nuestro» de ver siempre, en conjunto, lo bueno, frente a los posibles puntos negros que puedan surgir.
Es bonito, por tanto, que esta fiesta, anticipando la del día 1 de enero, caiga siempre en los últimos días del año, porque nos recuerda lo que son las familias: el principio y el fin de nuestra vida. Familias que los poderes públicos deberían proteger más. Aquellas donde todo empieza y acaba. El alfa y omega, de nuestro paso por la tierra.