OPINIÓN
Alcaldes de España
A quien gobierna en una ciudad se le suelen exigir, día a día, una serie de cualidades que tiene que demostrar dando la cara y sin poder esconderse en exceso
El pasado sábado más de 8.100 alcaldes de toda España tomaban posesión en diferentes municipios de nuestro país. Algunos repetían mandato, otros empuñaban el bastón de mando por primera vez.
En una era mayoritariamente digital, los alcaldes suelen representar la política analógica, la que aún se puede palpar. Y eso no es malo, en absoluto, ya que los valores o cualidades que se supone que tendría que aparentar un político, un alcalde los tiene o no los tiene.
Para los alcaldes, los fuegos artificiales, aunque puedan surtir efecto en un momento dado, duran mucho menos que en otros estamentos de la política. La explicación es simple: el buen o mal hacer en una ciudad, el buen o mal comportamiento se ve de una manera directa en el ámbito local.
A quien gobierna en una ciudad se le suelen exigir, día a día, una serie de cualidades que tiene que demostrar dando la cara y sin poder esconderse en exceso.
En primer lugar, cercanía. Es la base de todo. Hay alcaldes que, únicamente, con su manera de ser y de tratar a las personas en su día a día son capaces de conquistar mayorías. La calle es el mejor termómetro para un alcalde. Si la calle te recibe con amabilidad y tú respondes todo va bien, si la calle no te acoge, algo estás haciendo mal.
Decía una persona que sabía mucho de gobernar a nivel local que si un alcalde no tardaba en recorrer una distancia de cinco minutos en la ciudad, al menos, media hora, podía ir dando las elecciones siguientes por perdidas.
En segundo lugar, honradez. Algo que se exige a todos los representantes políticos pero que, sin embargo, se analiza de manera más minuciosa en el caso de los representantes municipales. Y es que, curiosamente, es en la política municipal donde es más sencillo que este tipo de casos se descubran fácilmente.
En tercer término, capacidad para solucionar problemas y generar oportunidades con una visión clara del rumbo que tiene que seguir la ciudad. La diferencia entre un buen alcalde que sea buen político, o un mero gestor administrativo reside ahí. No se trata solo de solucionar problemas y no generar otros nuevos, sino de ver qué oportunidades tiene una ciudad y hacia donde debe avanzar. Toda gran transformación urbana, en cualquier punto del mundo, lleva la firma de un alcalde o alcaldesa concreto.
Esas tres cualidades: cercanía, honradez y visión de futuro, han acuñado términos en momentos concretos como el de «Alcalde de España». Esas tres cualidades deberían ser extrapolables también a quién maneja las riendas de nuestro país desde las autonomías.
Evidentemente, esas tres cualidades también las debería tener el presidente en el gobierno central.
Además de todas ellas, hay una capa más, también esencial, para un buen gobernante, típica también de los buenos alcaldes: sin renunciar a los valores que uno defiende, saber gobernar para todos. Algo que muchos discursos del sábado recogían. El de Cádiz, sin ir más lejos.
Por tanto, a la hora de votar, muchos compararán entre su alcalde o su presidente regional y quien preside actualmente el gobierno a nivel nacional. No hace falta decir qué modelo preferirán y cual ganará.