OPINIÓN
Los aislados
Sin embargo, en esa variedad geográfica llevamos también nuestra penitencia. Porque nuestros límites son enriquecedores pero, en parte, «aislantes» del resto del territorio nacional
En la peculiar forma que tiene España, la provincia de Cádiz parece la proa de un barco que, en dirección al continente africano, rompe las aguas separando el mar Mediterráneo del Océano Atlántico.
Al oeste deja la desembocadura del río Guadalquivir junto al Parque Nacional ... de Doñana. Al este, Málaga y la Costa del Sol. Al norte, su vía más directa de escape: Sevilla.
Esos «límites» tan peculiares, sumado a la historia propia de cada localidad, es una de las explicaciones de que seamos una provincia con contrastes muy destacados de una zona a otra, algo que frente a otros lugares más homogéneos, nos hace tener una «riqueza» especial.
Sin embargo, en esa variedad geográfica llevamos también nuestra penitencia. Porque nuestros límites son enriquecedores pero, en parte, «aislantes» del resto del territorio nacional.
Normalmente, los lugares que se desarrollan con mayor potencia económica y social son aquellos que son cruce de caminos. Cádiz, en el fondo lo es, pero con las limitaciones ya citadas. Por el contrario, lugares que se han desarrollado a pesar de no cumplir estas características, es porque han tenido una fuerte inversión en infraestructuras que han roto su aislamiento. Todos tenemos en la mente ejemplos de zonas, también costeras, que han vivido esta transformación. Zonas en las que se ha entendido su «especial singularidad geográfica», como la que tenemos en esta provincia, y se las ha tratado conforme a ella.
Y aquí, en el ámbito de las infraestructuras es, precisamente, donde nos estamos sintiendo más aislados. Si hacemos un ejercicio de memoria, la provincia en los últimos 25 años solo ha recibido, por parte del Estado central, dos inversiones, de verdad, que la han transformado. Las dos tremendamente necesarias, y concentradas en la Bahía: el soterramiento de la vía del tren en Cádiz y el «Puente de la Pepa». El resto de inversiones que hemos ido recibiendo no han tenido el calado de esas dos. Sin embargo, ese tipo de actuaciones, con impacto directo en la población, son las que necesitamos.
Actualmente, lo que estamos viendo son decisiones y situaciones que van en sentido contrario. En el ámbito ferroviario: pocas frecuencias, trenes completos y a precios elevadísimos de conexión con la capital; trenes de media distancia saturados, sin plazas con semanas de antelación, con averías constantes y sin intento de conectarnos con la Costa del Sol. En complemento a esto, una red de Cercanías obsoleta, que no llega a todos los puntos de la provincia que debería y con fallos que dejan , en ocasiones, encerrados a cientos de personas sin luz y ventilación. De la llegada del AVE o de la reducción de tiempos en los trayectos, mejor ni hablar.
Si nos centramos en las carreteras que dependen del Gobierno central: un tercer carril inservible y que no llegará a nuestra provincia en una vía, la AP-4 de conexión con Sevilla, saturada; la N-IV sin desdoble para funcionar como alternativa y olvido, también, para el desdoble de la N-340 que llega hasta Algeciras. Y, por supuesto, ni rastro de la ampliación de pista del Aeropuerto de Jerez que, sin ella, somos menos competitivos.
A pesar de todo lo anterior, da la sensación de que Cádiz está de moda. Vivimos un tiempo en el que, además, el «aire fresco» regional, ha hecho que perdamos antiguos complejos, no nos resignemos y, optimizando los recursos, queramos ser cada vez mejores.
Pero, para eso, para ser definitivamente mejores, necesitamos inversión estatal en infraestructuras. Y es que, si no, esto seguirá siendo un lugar precioso, pero ese eterno síndrome de sentirnos «aislados» que nos impide ser lo que queremos.