OPINIÓN
Aire para respirar
Casi todos los espacios de entretenimiento que nos rodean huelen a ideología que encaja con los mensajes que lanza la coalición de Gobierno que tenemos en España
Decíamos hace unas semanas que este Gobierno actuaba como un pulpo que intentaba, con sus tentáculos, controlar todos los resortes del Estado. Un «kraken», que se movía en las profundidades para cazar una presa tras otra fagocitando todo aquello que veía. Como un líquido que, ... por capilaridad, se extendía por cualquier superficie porosa manchando todo.
Esa sensación de plaga o de invasión la vivimos también con la ideología política que inunda casi todos los aspectos de nuestra vida desde hace un tiempo. Y es que, al igual que se inventaron los espacios libres de humo, están empezando a ser necesarios los espacios libres de ideología política averiada. Porque, cualquiera que tenga un mínimo criterio sobre este tema se dará cuenta de que tanto en el cine, como en los programas de entretenimiento, en las series o en cualquier ámbito de la cultura, existe una tendencia natural a que los mensajes que se lanzan, la mayoría de ellos muy forzados, favorezcan a ideas que abandera la izquierda.
Desde una película de animación infantil, hasta un programa basado en una academia de canto, pasando por una serie que cuenta hechos históricos. Casi todos los espacios de entretenimiento que nos rodean huelen a ideología que encaja con los mensajes que lanza la coalición de Gobierno que tenemos en España. Mensajes que refuerzan ideas como que el empresario generalmente es un villano explotador a tumbar, que las instituciones del Estado son corruptas por naturaleza o, como hemos visto, recientemente, que el esfuerzo, en la vida, no sirve para nada. Lo trágico del asunto es que estas ideas, regresivas para que cualquier generación prospere, son mucho más efectivas cuando se lanzan desde un espacio de entretenimiento o de cultura, que cuando el mismísimo Pedro Sánchez o sus ministros las lanzan desde cualquier atril. La cultura es esencial para forjar nuestra manera de ver la vida, para reforzar nuestros valores y para crear referentes. Y dentro de este ámbito están ganando la partida quienes cogen pancartas defendiendo la excarcelación de presos de ETA frente quienes quieren una España de personas libres e iguales que vivan en paz. Y están ganando porque hacen más ruido, y porque están en más lugares. Porque funcionan como una sustancia gaseosa que invade todo el ambiente que respiramos y lo trufa de ese inconfundible olor «woke» de valores invertidos.
El tema es que la alternativa a esta ideología destructiva, lleva años quejándose por lo que otros dicen, en vez de jugar con sus mismas cartas. Dicho de otro modo, nos quejamos de que lo «woke» inunda todo pero, culturalmente, casi nadie ha hecho por ocupar ese espacio no político para competir de igual a igual. Para equilibrar ese tablero inclinado contra el que jugamos.
Es fundamental que quienes piden una alternativa ayuden a hacerlo, para poder respirar algo diferente a este ambiente de puritanismo del s.XXI, donde el discrepante es señalado y donde quien apuesta por la cultura no oficialista es cancelado. Si los líquidos se extienden por la capilaridad, hasta que dan con algo impermeable, los gases, como fluidos también que son, se adaptan en volumen al recipiente en el que están. Es decir, este «gas» ideológico cuanto más espacio le dejemos, más se ensanchará. Por eso, es fundamental introducir otra sustancia alternativa, con más fuerza, que lo empiece a desplazar.
Además de, por supuesto, contenidos en redes sociales como piden muchos; la historia, el teatro, los musicales que vemos, las películas y series que consumimos en plataformas digitales o en televisión y los programas de entretenimiento, necesitan una alternativa que transmita otros valores diferentes al pensamiento único. Y es que, sin esa otra manera distinta de ver la vida, acabaremos ahogándonos sin poder respirar, por inhalar ese único gas.