OPINIÓN

Los 20.000

Estos 20.000 euros por joven que cierto partido quiere «sumar» al descomunal gasto público ya existente, son un ejemplo más de las dos maneras de entender la gestión que están en juego en estas elecciones

Miguel Ángel Sastre

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Las campañas electorales cada vez están más medidas por profesionales que analizan, segmentan e interpretan multitud de datos, concluyendo qué es mejor para cada lugar. Esa labor, complementada con que los políticos deberían no perder nunca el contacto con la calle y con la realidad, debería dejar poco margen a las ocurrencias a pesar de que estemos en un periodo cercano a las elecciones.

Es decir, las propuestas e ideas que salen en una campaña electoral deberían estar, gracias a todas esas herramientas de las que disponemos ahora, muy bien afinadas.

Hay ideas, con carácter, incluso, anecdótico, que pueden gustar más o menos, hay promesas electorales que pueden ser más o menos interesantes y con las que es lógico discrepar en algún punto. Y es que, ni si quiera esos profesionales - sociólogos, expertos en análisis o en materia de comunicación- que trabajan en la sala de máquinas de un partido aciertan siempre. Hacer política tiene inevitablemente una parte subjetiva, a diferencia de calcular la dimensión de una viga o saber cuántos ladrillos hacen falta para edificar un muro de carga.

Sin embargo, cuando hablamos de cuestiones que afectan de manera de manera muy significativa a las cuentas públicas, antes de ser imaginativos hay quien debería replantearse las propuestas que lanza.

Indudablemente, la generación joven necesita un impulso para desarrollar su proyecto de vida a través de una educación de calidad y adaptada al mercado laboral para poder acceder a un empleo, con posibilidades de emancipación desde el punto de vista de la vivienda y de la libertad de movimiento por el territorio español, con medidas para fomentar la natalidad y la conciliación, así como con una especial atención a la salud mental.

En el ámbito del empleo, es vital que no solo se estimule que las empresas funcionen y contraten con más facilidades, sino que entre los más jóvenes, se despierte la chispa emprendedora. Y para eso debemos conseguir que muchas de las ideas que algunos quieren desarrollar tengan recursos económicos suficientes para que pueda lograrse. Porque toda buena idea, normalmente, requiere de una inversión inicial que, si funciona bien, se suele recuperar con creces.

En cambio, regalar 20.000 euros sin criterio a todos los jóvenes, como propone uno de los partidos que se presenta a estas elecciones, carece de lógica. Sería mucho más coherente concentrar una inversión así en proyectos vitales concretos que reviertan después en toda la sociedad.

Por ejemplo, si un joven que procede de una familia de renta media o baja quiere, con esfuerzo personal, emprender un negocio o formarse en una materia específica, normalmente no puede pedir el aval de sus padres para ese proyecto vital. Para eso sí que tiene que estar la administración pública: para dar el impulso e igualar en oportunidades. A quien lo merece y a quien está dispuesto a aprovecharlo.

Y estos 20.000 euros por joven que cierto partido quiere «sumar» al descomunal gasto público ya existente, son un ejemplo más de las dos maneras de entender la gestión que están en juego en estas elecciones. Un modelo que iguala en resultados, a la baja, y otro que busca, con seriedad y rigor, igualar en oportunidades, premiando el mérito y el esfuerzo, para favorecer realmente a quienes más difícil lo tienen por su situación de partida en la vida.

La vida no es fácil y gratis significa que otro lo paga. Si queremos pensar que las cosas se regalan, efectivamente, apostemos por dar 20.000 euros a todos y que lo gasten en lo que quieran, sin control y sin distinción. El resultado, no tardará en llegar y no será bueno. Sin embargo, si queremos una España que prospere y que se supere a sí misma afinemos las medidas e invirtamos los recursos en quienes realmente lo merecen y demuestren que le van a dar un buen uso.

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