OPINIÓN

Un nuevo superpoder

Cuándo fue la última vez que vio a un político como un ser humano, como una persona de andar por casa? Alguien al que se pueda encontrar en el supermercado, alguien que se preocupe por cosas mundanas como el precio de la gasolina o de un café

Kamala Harris ya ha elegido a su mano derecha en la carrera electoral hacia la Casa Blanca y su designación no podría ser más alentadora. Su nombre es Tim Walz y es el actual gobernador de Minnesota. Y sí, sé lo que estarán pensando: ¿de ... quién me habla? Walz no es exactamente un nombre popular fuera de su estado. No es una estrella mediática, no hace gala de una personalidad estrambótica, no hace declaraciones incendiarias en X. Es, en pocas palabras, un tipo normal. Un político de los que se podría adjetivar como de perfil «raso» y que en esta época en la que se hace política con guion, a modo de reality show, donde generar titulares y hacer gala de la excentricidad parece ser el único camino hacia la popularidad, ser corriente se ha convertido en toda una cualidad a tener en cuenta. En un superpoder.

Piénselo. ¿Cuándo fue la última vez que vio a un político como un ser humano, como una persona de andar por casa? Alguien al que se pueda encontrar en el supermercado, alguien que se preocupe por cosas mundanas como el precio de la gasolina o de un café. Alguien, en definitiva, que cuando hable no parezca que esté recitando un discurso escrito por un equipo de relaciones públicas. Ese es Tim Walz. Maestro, entrenador y gobernador. Un tipo normal.

Su elección me ha hecho recordar un artículo de los investigadores Adam Bear y Joshua Knobe en el que argumentaban que tendemos a confundir lo que es común con lo que es deseable, normalizando gradualmente comportamientos extremos. Como ejemplo de su exposición publicada en un artículo del New York Time, veamos el caso de normalización del comportamiento, antes estrafalario, del ex presidente Trump. ¿Quién ve hoy en día poco común los actos, declaraciones y actitudes del ex mandatario americano? Walz, en este caso, es la prueba viviente de que lo común puede ser extraordinario, y que la normalidad puede ser revolucionaria en un mundo que parece haber perdido la cabeza.

Claro, también se podría argumentar que la «moderación» de Walz es en sí misma una estrategia calculada, una forma de diferenciarse en un terreno donde abundan los grandes egos . Y puede que algo de razón lleve. Pero prefiero ver su elección como una señal esperanzadora, un indicio de que quizás estamos empezando a cansarnos del circo político y a anhelar algo más próximo a nosotros.

Porque al final, y vaya por delante que me hago cargo de las diferencias, gobernar un país no es tan diferente de administrar un negocio o una unidad familiar. Requiere sentido común, trabajo duro y la capacidad de cooperar y comprometerse incluso con aquellos con los que no se está de acuerdo. Invita, en otras palabras, a ser sensato. Y si Walz traer un poco de esa normalidad de vuelta a Washington, entonces tal vez su superpoder resulte ser exactamente lo que América necesita en este momento.

La normalidad del gobernador podría ser un activo crucial en un momento en que la confianza en las instituciones políticas está en un mínimo histórico. En una era de noticias falsas y teorías conspirativas, tener un líder que proyecte autenticidad podría ser más valioso que nunca. Walz, con su historial de decir la verdad incluso cuando es incómoda, podría ser exactamente el tipo de figura tranquilizadora y confiable que el país necesita.

Así que sí, puede que la mano derecha de Harris no sea la figura más mediática y reconocible del baile pero en un mundo donde los escándalos se han vuelto el pan nuestro de cada día, quizás lo más emocionante y radical que un político pueda hacer es ser normal. Y eso, lectoras y lectores, es algo verdaderamente excepcional».

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