OPINIÓN
Justicia artificial
La tecnología puede ser una herramienta transformadora pero su implementación exige más que eficiencia
La Generalitat apuesta por la Inteligencia Artificial como aliada para aliviar la carga de los juzgados catalanes. AI4JUSTICE promete eficiencia y ahorro, pero, como en la película Justicia artificial de Simón Casal, donde un sistema automatizado oculta una red de intereses oscuros, la tecnología aplicada ... a la justicia plantea dilemas que van más allá de las cifras. En el filme, la protagonista descubre que el progreso sin supervisión puede convertirse en una amenaza para los principios fundamentales. Quizá sea hora de reflexionar si estamos preparados para integrar estas herramientas sin comprometer lo esencial.
En primer lugar, la seguridad de los datos es una preocupación inevitable. Los sistemas judiciales trabajan con información sensible que no solo afecta a individuos, sino también a la confianza en el sistema. Si bien AI4JUSTICE promete rapidez, ¿qué sucede si esa velocidad viene acompañada de vulnerabilidades? ¿Estamos preparados para garantizar que no se produzcan interferencias externas?
Por otro lado, el corazón de cualquier sistema basado en inteligencia artificial está en los datos que lo alimentan. Aquí surge un desafío ético: los algoritmos aprenden del pasado, pero el pasado no siempre está libre de prejuicios En la creación de Casal, este conflicto se plasma en una escena clave donde la protagonista cuestiona si un sistema puede ser realmente justo cuando su base está salpicada de errores. En la realidad catalana, este riesgo no es menos relevante: ¿Cómo garantizar que las sentencias automatizadas no perpetúen desigualdades?
Finalmente, aunque AI4JUSTICE se centra en casos aparentemente sencillos, como reclamaciones de cláusulas suelo o tráfico aéreo, conviene preguntarse si lo sencillo existe en Derecho. Incluso los procedimientos más rutinarios pueden esconder matices que solo un juez podría captar. La película nos recuerda que la justicia no es solo técnica, es interpretación, empatía y contexto.
La tecnología puede ser una herramienta transformadora pero su implementación exige más que eficiencia: requiere ética, supervisión y humanidad. Como en Justicia artificial, el verdadero reto no está en lo que la IA puede hacer sino en cómo decidimos usarla.