OPINIÓN
De Japón al mundo
Japón se enfrenta en estos momentos a un desafío sin precedentes: una crisis demográfica que amenaza su futuro económico y social
Aún puedo recordar cuando el teléfono fijo de mi casa sonaba para quedar con las amigas o recibía la llamada de mi abuela preguntando qué «ponía de comer»- que me parece una expresión pero que muy de abuela- o a qué hora íbamos a llegar. ... Y recalco lo de «puedo» porque soy consciente de que muchos jóvenes, hijos, sobrinos o nietos de ustedes, no sabrán de qué estoy hablando. En veinte años la tecnología ha avanzado tanto que se ha comido rutinas y hábitos de vida que dábamos por sentado que estarían presentes hasta el fin de nuestros días.
Esta idea de la adaptación y el cambio ha surgido a raíz de la lectura de un artículo sobre la implementación en Japón de un sistema de automatización que remplaza a conductores de camiones y trabajadores de almacén. ¿Escandaloso o necesario? Vayamos por partes.
Para quien no esté al tanto, Japón se enfrenta en estos momentos a un desafío sin precedentes: una crisis demográfica que amenaza su futuro económico y social. Con una población que envejece rápidamente y una tasa de natalidad en declive, el país se encuentra ante una escasez de mano de obra que podría tener consecuencias nada halagüeñas. Para que se hagan una idea, las proyecciones del gobierno nipón estiman que la población del país podría disminuir en un tercio para el año 2065.
Esta crisis demográfica tiene importantes implicaciones económicas y sociales para ellos. La disminución de los habitantes activos está ejerciendo una presión cada vez mayor sobre el sistema de seguridad social y el mercado laboral del país. Como muestra, en 2022, casi el 40% de las empresas emplearon o permitieron a sus empleados trabajar hasta los 70 años o, incluso, más.
Así que, en medio de este brete, la tecnología, específicamente la robótica y la automatización, se erigen como la respuesta. Y aunque algunos pueden ver esto como una señal preocupante de un futuro distópico, la realidad es que ambas opciones podría ser la clave para la supervivencia económica de la región.
Para ejemplo, un botón. Con menos conductores de camiones y trabajadores de almacén disponibles, las compañías están buscando formas de mecanizar estos procesos. Los vehículos autónomos y los sistemas de almacenamiento robotizados ya no son ciencia ficción, sino soluciones reales que se están implementando en todo Japón.
Sin embargo, la adopción de estas medidas me lleva a pensar en otros cambios más allá de los económicos. ¿Seremos capaces de asumir como sociedad el remplazo de un humano por un ser robotizado? A este respecto creo que en occidente esta transición será dolorosa ya que los robots son vistos con recelo y desconfianza, tal vez porque aún no vivimos de cerca la problemática nipona. Por contra, en Japón estas máquinas son ampliamente aceptadas e incluso apreciadas. Desde los icónicos robots de anime hasta los asistentes robóticos en tiendas y hoteles, los japoneses han asumido con agrado la presencia de los empleados mecánicos.
En nuestro caso, vaticino que la transición hacia una sociedad automatizada no estará exenta de rivalidades. Habrá disrupciones en el mercado laboral a medida que algunos trabajos sean reemplazados. Habrá que ver como los Estados logran promover la capacitación de los trabajadores en nuevas habilidades y los empresarios generen empleo a partir de las oportunidades de negocio que nazcan en las vendieras industrias emergentes.
Y con suerte, esta transición la veremos en Japón. Si bien es cierto que hay que salvar muchas distancias, su crisis demográfica se presenta como una oportunidad para reinventar su sociedad y su economía, allanando el camino hacia un futuro más eficiente y sostenible.
El resto, que seguramente enfrentaremos desafíos poblacionales similares en un futuro, estaremos observando de cerca cómo el vecino oriental maneja esta evolución. Las lecciones aprendidas aquí podrían servir de modelo para el resto del mundo a medida que nos adentremos en una era de sociedades envejecidas y novedosas tecnologías que traerán consigo la ruptura con lo establecido.
Seguramente, el camino no será fácil, pero tampoco imposible. ¿O se acuerdan ustedes cuándo fue la última vez que sonó el teléfono fijo de su casa? Tampoco fue el fin del mundo.