OPINIÓN
Un futuro más justo
La ultraderecha ha adoptado una estrategia populista, similar a la de los movimientos de izquierda de hace unos años, pero con un enfoque diferente
Es el tema por excelencia en periódicos y tertulias. El auge de la ultraderecha copa los titulares de los periódicos dentro y fuera de nuestras fronteras una semana más tarde de las elecciones europeas. Y más allá de si uno está conforme o no con ... esta posición, lo que hoy me trae a escribir sobre el asunto no es más que el paradigma social que nos plantea.
Este resurgimiento no es un hecho aislado ni espontáneo, sino que responde a una serie de factores que han ido fermentándose en el seno de nuestras sociedades a fuego lento. Sin embargo, creo que para entender por qué la ultraderecha está ganando terreno hoy en día, es útil comparar este fenómeno con el surgimiento de movimientos de izquierda y populistas que vimos hace unos años atrás con el movimiento social de la Primavera Árabe o nacimiento del partido Podemos en España.
En aquel tiempo, el descontento social se canalizó a través de acciones sociales. Todos recordamos los levantamientos populares en el mundo árabe que buscaban derrocar regímenes autoritarios y demandar más democracia y justicia social. En Europa, movimientos como el de los indignados en España dieron lugar a la formación de partidos como Podemos, que se presentaban como una alternativa a las políticas de austeridad.
Estas iniciativas surgieron en un contexto de crisis económica global, donde la desigualdad y el desempleo estaban en niveles alarmantes. La gente estaba harta de las políticas neoliberales que parecían beneficiar solo a unos pocos mientras la mayoría sufría. En este ambiente, los mensajes de justicia social, redistribución de la riqueza y democratización resonaron fuertemente.
Sin embargo, en los últimos años, no es la visión social la que gana terreno sino que somos testigos de un viraje total que avanza desde Italia hasta Suecia, pasando por Francia y Alemania. ¿Qué ha cambiado entonces?
Primero, la crisis migratoria ha sido un factor clave. La llegada de refugiados y migrantes a Europa ha generado temores y tensiones que los Estados no saben resolver de manera efectiva y de lo cuales, los partidos de ultraderecha se han sabido capitalizar. Utilizando estos medios, dan salida a una retórica xenófoba y nacionalista para ganar apoyo. La percepción de que los inmigrantes son una amenaza para la seguridad y la identidad nacional es un tema recurrente en sus discursos y se ve que muy efectivo dentro y fuera de campaña.
Además, los daños de la pandemia, las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania o la amenaza constante de poderío de otras economías están creando un futuro incierto que exacerban los temores. Esta incertidumbre y el miedo latente han llevado a muchas personas a buscar soluciones rápidas y contundentes, y los partidos extremistas se presentan como los héroes en este reparto.
La ultraderecha ha adoptado una estrategia populista, similar a la de los movimientos de izquierda de hace unos años, pero con un enfoque diferente. Mientras que los de izquierda se centraban en la justicia social y la redistribución de la riqueza, la ultraderecha se enfoca en la seguridad, la identidad nacional y la oposición a la inmigración.
Además, han sabido utilizar las redes sociales de manera efectiva para difundir su mensaje y movilizar a sus seguidores. La desinformación y las teorías de conspiración se han convertido en herramientas poderosas para estos partidos, que las utilizan para sembrar el miedo y la desconfianza hacia las élites y los inmigrantes.
El auge de la ultraderecha por lo tanto plantea serias preguntas sobre el futuro de nuestras democracias. Si no se abordan las causas subyacentes de este fenómeno, podríamos estar encaminándonos hacia un futuro donde la polarización y el autoritarismo se conviertan en la norma. Y la Historia ya nos ha enseñado como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial.
No es por lo tanto un fenómeno nuevo, sino un ciclo recurrente. Entender sus causas y aprender de los errores del pasado es esencial para evitar que nuestras democracias caigan en la trampa del autoritarismo y la xenofobia. La lucha por un futuro más justo y equitativo es una tarea que nos concierne a todos, y es una batalla que no podemos permitirnos perder.