OPINIÓN
Esto va de extremos
Los debates sobre feminismo, memoria histórica o derechos de las minorías se han vuelto tan polarizados que parece que estamos en un ring de boxeo, con posturas irreconciliables que dificultan el diálogo y la búsqueda de soluciones
Hoy quiero hablarles de un tema que está más de moda que las dietas milagro y los retos virales: la polarización. Y no es que esté de actualidad por casualidad. Parece que si no te sitúas en un extremo ya no eres nadie en este ... país y en este maremágnum de opiniones radicalizadas nos estamos acostumbrando a vivir como en una montaña rusa, subiendo y bajando sin parar, viendo como nuestra vida cotidiana se ve afectada de una manera u otra.
Y aunque la polarización no es nueva, últimamente parece que ha tomado esteroides. Antes, podíamos discutir sobre política en la sobremesa sin que volaran los cuchillos. Ahora, basta con mencionar un partido político o la opción educativa que has elegido tus hijos para que la cena de Navidad se convierta en una escena de «Juego de Tronos».
¿Por qué estamos tan polarizados? Bueno, la globalización, la automatización y la digitalización han cambiado el panorama laboral y económico más rápido que un meme de éxito. Esto ha generado desigualdades y tensiones que se reflejan en la política. La desigualdad económica ha llevado a muchos a sentirse excluidos, y ese resentimiento ha sido el caldo de cultivo perfecto para movimientos populistas que usan la retórica del «nosotros contra ellos» para ganar apoyo.
Un ejemplo claro es el ascenso de Donald Trump. Su campaña en 2016 fue como un reality show de divisiones sociales y económicas, presentándose como el defensor de los «olvidados» frente a las élites. La polarización en Estados Unidos se ha intensificado desde entonces, culminando en eventos como el asalto al Capitolio en enero de 2021. Sí, ese episodio que parecía sacado de una película de acción de bajo presupuesto, pero que lamentablemente fue real.
Y no solo en Estados Unidos. En Europa, el Brexit es otro caso de cómo las divisiones sociales y económicas pueden ser explotadas para fines políticos. La campaña a favor del Brexit se basó en la retórica antiinmigración y en la promesa de recuperar la «soberanía». El resultado: una sociedad dividida y un aumento de la xenofobia y la intolerancia.
Viktor Orbán, el primer ministro de Hungría, repite el patrón de cómo la radicalización se utiliza como herramienta de poder. Desde su ascenso a lo más alto, Orbán ha implementado una serie de políticas y retóricas que han profundizado las divisiones sociales y políticas en su país. Su postura firme contra la inmigración, descrita como un «veneno» para la nación, ha conectado con sectores conservadores y de extrema derecha tanto en Europa como en Estados Unidos. El mandatario ha utilizado esta retórica para consolidar su poder, presentándose como el defensor de la identidad cristiana y nacional húngara frente a las amenazas externas, a menudo en desafío directo a las normativas de la Unión Europea.
Pero la polarización no solo se manifiesta en la política. También afecta a nuestra vida cotidiana. Los debates sobre feminismo, memoria histórica o derechos de las minorías se han vuelto tan polarizados que parece que estamos en un ring de boxeo, con posturas irreconciliables que dificultan el diálogo y la búsqueda de soluciones.
Para abordar este asunto necesitamos entender sus causas y buscar soluciones que promuevan la cohesión social y el diálogo. Fomentar una cultura democrática que valore la diversidad de opiniones y promueva el respeto y la tolerancia es clave. Y aquí es donde entra la educación y el pensamiento crítico, para que podamos discernir entre hechos y opiniones y resistir la manipulación y la desinformación.
Es fundamental que los líderes políticos y los representantes sociales asuman la responsabilidad de promover un discurso constructivo y evitar el discurso divisivo. La polarización no solo debilita la democracia, sino que también socava la confianza en las instituciones y en el propio tejido social. Es importante encontrar formas de superar las divisiones y trabajar juntos para enfrentar los desafíos comunes. Quizás, quién sabe, tal vez algún día podamos volver a discutir de política en la sobremesa sin que rueden las cabezas de los que más queremos.