OPINIÓN
Los desafíos de la profesión
Hoy, el consumidor de noticias no es un mero receptor pasivo sino que se ha convertido en un actor clave dentro del proceso comunicativo, interactuando y respondiendo en tiempo real a través de plataformas digitales
Ayer celebramos el Día Mundial de la Libertad de Prensa, una jornada que nos invita a reflexionar sobre el estado actual del periodismo y los retos a los que nos enfrentamos los profesionales de la información en un paisaje informativo cada vez más complejo y ... cambiante.
Durante décadas, el periodismo se ha ejercido bajo un modelo vertical y unidireccional. Los medios eran los emisores privilegiados que seleccionaban y empaquetaban la información en formatos estandarizados para una audiencia pasiva. Creíamos que nuestro trabajo era creativo y relevante, pero en realidad estábamos inmersos en una cadena de montaje informativa que ofrecía una visión limitada y muchas veces sesgada de la realidad.
Pero este periodismo se ha visto sometido en los últimos 20 años a un proceso de transformación profunda, impulsado por un tsunami tecnológico que ha reconfigurado el panorama mediático. Este cambio ha sido tan radical que ha desplazado el modelo tradicional de comunicación hacia un escenario mucho más dinámico y participativo. Hoy, el consumidor de noticias no es un mero receptor pasivo sino que se ha convertido en un actor clave dentro del proceso comunicativo, interactuando y respondiendo en tiempo real a través de plataformas digitales.
Y por supuesto, este nuevo paradigma no está exento de desafíos para la libertad de prensa. Por un lado, la multiplicación de fuentes y canales informativos nos permite tener una visión mucho más rica y plural de la realidad pero al mismo tiempo, esa sobreabundancia de datos, declaraciones, imágenes y plataformas, genera desinformación, y en consecuencia, pérdida de confianza en los medios.
Digamos que hoy los periodistas, echando mano de términos marineros, debemos navegar en un océano de información donde las aguas a menudo están turbias por la desinformación y la manipulación. La presión por captar la atención del público en un entorno saturado de contenido puede llevar a prácticas periodísticas cuestionables, donde el sensacionalismo eclipsa la sustancia con más frecuencia de la que debería.
Ante esta situación, los profesionales de los medios debemos repensar nuestro papel y adaptarnos al nuevo entorno comunicativo. Ya no basta con ser meros transmisores de información, sino que tenemos que convertirnos en curadores, verificadores y facilitadores del debate público. Necesitamos desarrollar nuevas habilidades tecnológicas y de análisis para comprender mejor los intereses y preocupaciones de nuestras audiencias. Y sobre todo, debemos reafirmar nuestro compromiso con los valores esenciales del buen periodismo: el rigor, la independencia, la ética y el servicio al interés general.
Sin embargo, ejercer ese periodismo de calidad se ha vuelto cada vez más difícil. En muchos países, debido a las crecientes amenazas contra la libertad de prensa, ejercer este tipo de periodismo se ha vuelto casi imposible. Gobiernos autoritarios, grupos de presión, poderes económicos y el crimen organizado, aunque pueda resultar exagerado, tratan de silenciar a los medios críticos mediante leyes restrictivas, demandas judiciales, presiones económicas, campañas de desprestigio, espionaje, amenazas y agresiones a periodistas. Déjenme que les de un par de datos. Según Reporteros Sin Fronteras, en lo que va de año, 12 periodistas han sido asesinados y 570 están detenidos por ejercer su labor informativa. Visto así, ser periodista siempre ha sido una profesión de riesgo.
Por ello, frente a estos ataques, necesitamos fortalecer las garantías legales e institucionales que protegen la libertad de prensa como pilar esencial de la democracia. Pero también requerimos el apoyo activo de la ciudadanía. En un contexto de desconfianza tenemos el deber de reconectar con el lector, el oyente, el telespectador. Escuchar sus demandas, atender sus críticas y hacerles partícipes del proceso informativo. Solo generando esa complicidad podremos defender con legitimidad nuestra independencia y credibilidad.
El periodismo afronta sin duda grandes retos, pero también tiene frente a si la ocasión de reinventarse y adaptarse a los nuevos tiempos. Estamos inmersos en un cambio acelerado que nos obliga a repensar constantemente nuestras prácticas y a innovar con nuevos formatos y narrativas. Pero en esencia, nuestra misión sigue siendo la misma: buscar la verdad, contrastar los hechos, dar voz a los sin voz y contribuir a crear una ciudadanía mejor informada y más libre. Esa es la esencia del periodismo que merece ser defendida y valorada, hoy más que nunca.
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