OPINIÓN
En defensa de los excesos navideños
Los regalos son una forma imperfecta pero efectiva de decirle a alguien «me importas»
Se supone que debería dedicar estas líneas a advertirles sobre los peligros de los excesos de estas fechas festivas que ya tocan a su fin. Que si el consumo desmedido, que si la huella ecológica, que si la crisis económica. Debería decirles que lo importante ... no son los regalos materiales, sino los afectivos; que lo esencial es el tiempo compartido, no los paquetes bajo el árbol. Pero, sinceramente, ¿quién puede resistirse a los excesos en esta época del año? Yo no. Y, si son honestos, ustedes tampoco.
La Navidad es ese momento en el que gastamos más de lo que tenemos y comemos más de lo que podemos digerir. Nos prometemos cada año ser más moderados, pero luego llega diciembre y todo se descontrola. Que si el menú de Nochebuena tiene que incluir tres entrantes, dos platos principales y un postre digno de concurso. Que si las luces del árbol pueden verse desde la Estación Espacial Internacional. Que si los regalos para los niños (y para uno mismo, porque también nos merecemos un capricho) deben llenar el salón... ¿Es razonable? No. ¿Es divertido? Absolutamente.
Y luego están los Reyes Magos. Desde pequeños nos enseñaron a esperar con ilusión la mañana del 6 de enero, a correr hacia los paquetes y a desmenuzar el papel con la ansiedad de quien busca un tesoro. ¿Qué hay dentro? Da igual: lo importante es que sea para uno. Claro que los regalos materiales no son lo más importante, pero no me digan que no hay algo mágico en recibir algo tangible, aunque sea un par de calcetines con renos.
Yo sé que debería decirles que lo mejor es regalar experiencias o escribir una carta llena de buenos deseos. Y sí, esas cosas tienen su encanto. Pero también creo en el placer de agasajar a las personas con algo concreto, algo que puedan tocar y disfrutar. Los regalos son una forma imperfecta pero efectiva de decirle a alguien «me importas». Y si eso implica gastar un poco más o sucumbir al consumismo por unos días, pues qué le vamos a hacer. Porque sí, sé que los excesos no son buenos… pero también sé que pocas cosas son tan bonitas como regalar un poquito de ilusión en esta época del año.