Opinión

Al son del chupinazo y el balón

Mientras escribo estas líneas, veo a los mozos corriendo delante de los toros en la capital navarra, con el corazón en un puño y los bolsillos llenos de ilusiones

Dejó dicho el escritor José María Iribarren que Hemingway, ese viejo lobo de mar de las letras, se enamoró de Pamplona como quien se enamora de una mujer imposible. Pero lo que no sabía el bueno de Ernest es que, años después, serían los Sanfermines ... y un balón los que harían latir el corazón -y también la cartera- de España entera.

Mientras escribo estas líneas, veo a los mozos corriendo delante de los toros en la capital navarra, con el corazón en un puño y los bolsillos llenos de ilusiones. El chupinazo suena, y con él, se abre como cada año la veda de una fiesta que deja en las arcas de la ciudad millones de euros. Y más si vemos que el Ayuntamiento de Pamplona ha tirado la casa por la ventana en 2024 con un presupuesto que roza los 3 millones de euros, un 24% más que en la celebración pasada. ¡Será por dinero!

Está claro que los Sanfermines son un motor económico impulsado por una población que se duplica durante estos días. El año pasado, más de 430.000 almas se dieron cita en las calles de la ciudad, dejando tras de sí un reguero de euros que hizo sonreír a más de un hostelero. A falta de datos más reciente, las fiestas de San Fermín 2022 generaron un gasto de directo de 163,4 millones de euros en la ciudad. Nada mal para una localidad de poco más de 200.000 habitantes.

Y mientras en Pamplona los toros recorren la calle Estafeta sabiéndose los amos, en Berlín correrá el balón. Este domingo, nuestra selección se juega el todo por el todo en la final de la Eurocopa contra Países Bajos. Y aquí es donde entra en juego otro revulsivo de las economías: el fútbol. Porque, queridos lectores, si hay algo que nos gusta a los españoles más que una buena siesta, es ver el fútbol en el bar con una caña en la mano.

Según la patronal de hostelería, se espera que la final deje en las cajas de los establecimientos unos 117 millones de euros. Sí, 117 millones. Haciendo cuentas, es como si cada español decidiera gastarse 2,5 euros en cervezas y tapas para ver el partido.

Pero ojo, que no todo es jolgorio y alegría. Algunos expertos, de esos que siempre están dispuestos a aguarnos la fiesta, dicen que estos festejos no mejoran necesariamente la economía. Que si el consumo no aumenta, que si solo se transforma, que si patatín, que si patatán. Pero yo pienso una cosa: ¿acaso no es mejor gastarse los cuartos en este tipo de eventos con los amigos que en cualquier otra cosa? Porque el dinero va y viene, pero los recuerdos se quedan. Y ahora mismo no se me ocurren otros mejores que haber visto a España ganar la Eurocopa mientras te tomas algo en un bar, o el de haber corrido delante de los toros en Pamplona, aunque sea solo para fardar de ello.

Así que ya saben. Este fin de semana, mientras los últimos intrépidos arriesgan el tipo en Pamplona y nuestros futbolistas lo hacen en Berlín, aquí haremos rodar la economía. Y quién sabe, tal vez el próximo Hemingway esté ahora mismo en un bar de La Viña, cerveza en mano, escribiendo sobre cómo los españoles hacemos del fútbol y los toros toda una fiesta económica. Porque, como diría el bueno de Ernest, «no hay nada noble en ser superior a tus semejantes. La verdadera nobleza está en ser superior a tu yo anterior». Y si ese yo anterior no sabía disfrutar de un buen partido o de una buena fiesta, pues ya es hora de que aprendamos, ¿no creen?

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