Opinión
Cambio de actitud
Las tácticas políticas de desprestigio del adversario o de sus familiares también han alcanzado niveles preocupantes en España
Estoy cansada. Aburrida. Asqueada. ¿Hasta cuando van a durar estas pataletas del «y tú más»? Vaya por adelantado que no me decanto ni por unos ni por otros porque ahora mismo solo percibo mala praxis en todos los bandos. No sorprendo a nadie si afirmo ... que el panorama político nacional se encuentra sumido en una profunda crispación, caracterizado por un lenguaje agresivo, tácticas de desprestigio y el uso de mentiras o medias verdades por parte de sus políticos. Esta situación ha generado un clima de desconfianza y desafección ciudadana hacia la clase política, que cada vez se encuentra más alejada de los verdaderos problemas de la sociedad.
Con solo escuchar la radio, consultar algún grupo de Whatsapp o ver 'el parte' -ahí va término viejuno de la semana- se palpa esta crispación política generada por todos los partidos, no solo los mayoritarios. Todos recurren una y otra vez a todo tipo de armas dialécticas para atacar al adversario, sin importar las consecuencias que esto pueda tener para la estabilidad del país y la cordura de sus ciudadanos.
Aunque si bien son prolijos los métodos, de los aspectos que más me preocupan de esta situación es el uso de la mentira o las medias verdades para desacreditar al rival. Afirmaciones falsas, malintencionadas o tergiversadas que se vierten a los medios de comunicación o en canales menos masivos pero con un alcance increíble por pequeño que sea, véase Telegram o X, y que nunca son desmentidos. Falacias que subsisten en la memoria colectiva de quien quiere creerlas como manchas de tinta indelebles, provocando daño y desconfianza sobre el grupo o político de turno. Y qué es lo más triste que finalmente consigue esta táctica, la radicalización de una parte de la sociedad y el hartazgo y desapego de la otra. Porque sí, entre muchos de nosotros lo único que logran este intercambio de datos falsos y frases hirientes es que cada día estemos más cansados de escuchar barrabasadas, vengan de donde venga.
Pero sigamos con los desmanes de nuestros representes. El lenguaje verbal utilizado por los políticos en sus comparecencias y declaraciones públicas, el uso de expresiones despectivas, insultos y descalificaciones personales se ha convertido en algo habitual en el debate televisado, lo que ha contribuido a aumentar la tensión y la polarización entre los diferentes sectores de la sociedad.
Las tácticas políticas de desprestigio del adversario o de sus familiares también han alcanzado niveles preocupantes en España. Y no hace falta que mencione el caso que nos tendrá el vilo hasta el lunes, ¿verdad? Ni de las parejas con problemas con Hacienda, ¿no? Bastantes espacios están dedicando los medios a estos asuntos como para que yo malgaste tinta ellos.
Ante esta situación, creo que es necesario que los políticos españoles reflexionen sobre el uso que hacen del lenguaje y de sus argumentos, y asuman su responsabilidad como representantes de los ciudadanos que son. Es necesario recuperar el respeto, la tolerancia y el diálogo como valores fundamentales de la convivencia democrática, y dejar de lado las estrategias de confrontación y descalificación personal que no aportan nada a la mejora de nuestra realidad.
La política española actual, marcada por este uso estratégico del lenguaje que busca más desacreditar al adversario y movilizar emociones que promover un debate racional sobre las políticas, es perjudicial para la calidad del debate público y amenaza con socavar la confianza de los españoles en las instituciones democráticas y en el proceso político en su conjunto. Por eso creo que es esencial que los ciudadanos demandemos un mayor respeto y consideración en el discurso político, así como una política basada en hechos y análisis en lugar de las mentiras, los desagravios y la desinformación. Hagan política de verdad, por favor.