OPINIÓN 8m
Hablar entre nosotras
Y la cosa cambia bastante cuando una experiencia que te ha hecho sentir sola, humillada y avergonzada, pasa a ser la experiencia de todas las demás
Se dice que juventud, divino tesoro. Pero también es cierto que los años de experiencia le dan a una otra perspectiva y le quitan mucha tontería de encima. Me da vergüenza reconocer las veces que dije «ni machismo ni feminismo, yo lo que quiero es ... igualdad». Una de las cosas que ha cambiado y que creo que es fundamental para que el mensaje feminista cale en la sociedad, es que las mujeres hemos hablado entre nosotras. Nos hemos dado cuenta de que hemos normalizado y silenciado experiencias que nos han dejado en posición vulnerable y desigual frente a los hombres porque era lo que se esperaba de nosotras.
En octubre de 2017 comenzaba en redes sociales el movimiento #Metoo (yo también), en el que actrices y víctimas de abusos sexuales del productor Harvey Weinstein expusieron públicamente su experiencia. Y aquello generó una explosión de mensajes de mujeres de todo el mundo y de todas las profesiones narrando experiencias de acoso y abuso. Fue un punto de inflexión. Dejamos de tragarnos la indignación para ponerla sobre la mesa. Y la cosa cambia bastante cuando una experiencia que te ha hecho sentir sola, humillada y avergonzada, pasa a ser la experiencia de todas las demás.
Hablar entre nosotras nos ha permitido desgranar y darnos cuenta de comportamientos y hechos que tenemos completamente interiorizados porque socialmente se nos ha marcado que es lo que nos corresponde. Para mí, la parte más difícil de ser feminista es identificar y señalar mis propias actitudes o pensamientos derivados de haber crecido en una sociedad heteropatriarcal y trabajar en ellos.
Tras los pequeños avances en aras de la igualdad, no vale dar pasos atrás. Hay que subir el volumen por encima de las voces discordantes que nos dicen que el trabajo ya está hecho. Me da mucha esperanza que las nuevas generaciones están creciendo en un contexto diferente. Saben que queda mucho camino por recorrer, pero también saben, porque se lo estamos demostrando, que unidas somos más fuertes.
Por eso, conviene reafirmar que el 8 de marzo no se celebra. No es una fiesta. Es una fecha que sirve para recordarnos que no vale bajar la guardia. Hay que ser firmes y continuar hablando de temas que nos preocupan como violencia de género, techos de cristal o las dificultades de conciliar la vida laboral y familiar. Me lo debo y se lo debemos a las niñas de hoy y mujeres de mañana.