HOJA ROJA

Y todo a media luz

Será porque hemos aprendido que no se puede empeorar, que nos hemos convertido en una sociedad individualista, un ‘sálvese quien pueda’

Yolanda Vallejo

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Parece que no, pero todo llega, y llega con una rapidez tan vertiginosa que cuando nos venimos a dar cuenta de donde estamos, ya estamos otra vez dando la vuelta a la noria, obedientemente. El frío, como siempre, le cogió descalzo y sin cambiar los ... armarios. Total, a primeros de noviembre aún hacía tiempo de playa y lo del entretiempo ya tiene asumido que es una leyenda urbana. A ver dónde están ahora las mantas y las zapatillas de paño y los pijamas de invierno, si aún andan por ahí los bañadores y las cremas solares a pesar de que ya cuelgan tímidamente –lo de tímidamente está dicho a conciencia– por las calles unas raquíticas luces de Navidad –o de algo que se supone que es navideño, la imaginación no tiene límites– y en los supermercados ya empieza a escasear el turrón de chocolate. Menos mal que usted se había acostumbrado ya a poner las lavadoras por la noche y a no encender el horno nada más que los fines de semana, pero nadie le avisó de que encender la estufa a la hora de la cena le va a salir por un ojo de la cara. Y ahí está usted, yendo de su corazón a sus asuntos y debatiéndose entre pasar frío o pasar hambre, porque el recibo de la luz con la correspondiente –y temida– subida también llegará. Todo llega.

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