Único, distinto, irrepetible
«El Carnaval de 2022 ha sido, y no me cabe la menor duda, el de las primeras veces...»
Hoy, aunque no lo sea, es domingo de Carnaval . Hoy, aunque no lo sienta, es domingo de Carnaval y, precisamente por eso, debería estar hablando del poder sanador de las coplas, de las noches eternas que son tan cortas, del veneno en la ... piel y en el alma que nos consume y, a la vez, nos da vida, de la ofrenda atávica de nuestros antepasados ante el altar del tres por cuatro y chintataratachín… ya sabe. De esas cosas que se hablan cuando es domingo de Carnaval. Pero ¡ay! En el tortuoso camino que va entre mi corazón y mis asuntos -que diría el poeta- se me perdió el almanaque, a pesar de que este Carnaval, que no es Carnaval, se afana en decirme que es extraordinario, y no solo por las fechas.
El Carnaval de 2022 ha sido, y no me cabe la menor duda, no solo el de la vuelta a la normalidad, y el del reencuentro, sino que se ha convertido en el carnaval de las primeras veces, y todos lo sabemos. Verá. Tenemos tendencia a considerar esto de las primeras veces con excesiva indulgencia : la primera vez que me enamoré, la primera vez que me emborraché, la primera vez que dormí fuera de casa… nada fuera de lo común, si lo miramos con distancia. Pero tal vez esa indulgencia nos lleva a evocarlas con cierta simpatía, con añoranza e incluso nos obliga a atribuirles la fuerza de lo irrepetible y de lo excepcional, por mucho que sepamos que volverá a repetirse irremediablemente y la rutina lo convertirá en simple recuerdo. Sea lo que sea, el caso es que, por su propia naturaleza, las primeras veces se basan en la inexperiencia y este carnaval, el de las primeras veces, no iba a ser menos.
El concurso oficial de agrupaciones carnavalescas -el COAC para sus amigos y enemigos- también ha sido el de las primeras veces. La primera vez que lo organizaba de manera íntegra el Ayuntamiento, con todo lo que eso significa; la primera vez que se celebraba en mayo -aun con el estigma de épocas muy pasadas-, la primera vez que las sesiones comenzaban de día -esto es algo que he llevado mal, tirando a peor-, la primera vez que el calor del Falla era literal, la primera vez que el ambigú ha faltado a su cita, la primera vez que la presencia de la mujer en la final del concurso, en las cuatro modalidades, no era algo anecdótico sino emocionante; la primera vez que faltaban muchos y no sobraba nadie, la primera vez que los autores han vuelto sus misericordiosos ojos a la esencia más gaditana… sí, ha sido el concurso de las primeras veces, por no entrar en demasiados detalles que usted conoce tanto como yo. Dicen, y echo mano a las frases hechas, que para todo hay una primera vez. Incluso para que el jurado rompa unas normas aceptadas previamente y se queje -el suplicio quedará para los anales de la historia-, y haga declaraciones a los medios de comunicación, como si fuesen los auténticos protagonistas del concurso -no termino yo de entender ese afán desmesurado por los focos, pero en fin. Han dado grandes momentos, y eso hay que reconocérselo.
En este carnaval de las primeras veces, todo es nuevo . Un domingo de carnaval -como hoy- sin tangos a mediodía pero con “fiesta del agua” no es lo mismo, aunque es distinto, que diría Alejandro Sanz; igual que será distinta esta tarde la cabalgata -a ver cuándo dejan de llamarla magna, por cierto- a la misma hora que el carrusel de coros, y no será lo mismo, qué quiere que le diga, sabiendo que mañana no será lunes de coros, sino que volverá la rutina temprano como si el carnaval se nos fuese acabando en cada jornada. Que es distinto, que ya lo dijo nuestro alcalde en la recepción a las pregoneras, y que esto no significa que sea mejor ni peor.
Un carnaval atípico , que coincide con las ferias de la bahía, con el Rocío, con la noche de las velas en Vejer, con las graduaciones -a cualquier cosa ya se le llama graduación-, con los exámenes finales, con bodas, comuniones y bautizos, con las protestas de trabajadores y con una campaña electoral que, aunque usted no lo crea, comenzaba el pasado viernes y viene cargada tan cargada de reproches, de rencores, de puñaladas traperas y de cuchillos afilados que parece el COAC de otros años, qué quiere que le diga.
Porque este año nuestro Carnaval, que no es Carnaval -y yo no sé siquiera si se le parece mucho-, aunque queramos creer que sí, es único. Apúntelo, grábeselo a fuego si es necesario. Único, que no haya otro igual, por favor. Un carnaval irrepetible, como decía nuestro alcalde, que no se repita nunca más. Que esa “normalidad extraordinaria” no vuelva a hacer de las suyas, que no tengamos que darle más vueltas al almanaque y que el próximo año baste un escalofrío para recordarnos que el Carnaval es el cáliz de nuestra alianza nueva y eterna, la copa en la que bebemos conjurando nuestro pasado y nuestro futuro, la canción con la que espantamos nuestros males, la única manera que tenemos de hacer, cada año, que todo sepa a primera vez.
Y a pesar de todo, ¡feliz carnaval!