HOJA ROJA
Sánchez y el eclesiástes
Vaya por delante que escribiendo este artículo he estado ahorrando dinero en mi factura de la luz
![Yolanda Vallejo: Sánchez y el eclesiástes](https://s1.abcstatics.com/media/opinion/2021/05/30/v/Imagenpedrosanchezok-kSGF--1248x698@abc.jpg)
Vaya por delante que escribiendo este artículo he estado ahorrando dinero en mi factura de la luz, porque suelo levantarme haciéndole trampas al reloj, con lo cual lo que para usted es la madrugada, para mí es el momento de tomarme un café y de ... hacer las mil cosas que no podría hacer de otra manera; entre ellas, juntar letras en el ordenador. Igual me podría haber puesto a planchar, claro, o a poner lavadoras, pero le tengo que confesar que por treinta y ocho euros al año yo no plancho, ni de noche ni de día. Dicho esto, -que no aporta nada al relato, pero desahoga- le diré que también he pensado esta semana que estamos en un concurso internacional de tragaderas y que vamos ganando, como decía un tuitero a raíz del titular del ahorro en la factura de la luz, porque hacía tiempo ya que no teníamos una semana tan llena de disparates como esta. Será que está llegando la normalidad, o el fin del mundo, que todo puede ser.
En cualquier caso, será un fin del mundo «con papeles», porque el ejecutivo de Pedro Sánchez ya ha redactado el manual de supervivencia en el mundo que viene, y –ya lo sabe usted–lo han llamado ‘España 2050’ que es un título demasiado cercano como para catalogarlo en la ciencia-ficción y demasiado lejano como para que los que aún tenemos uso de razón lleguemos a verlo. Lo mejor del documento, claro está, no es lo que cuenta, sino cómo lo cuenta, y quién lo cuenta; o quien nos dicen que lo cuenta. Porque en este país el comodín de ‘los expertos’ ya vale para todo, son un ente abstracto que lo mismo solventa crisis sanitarias que analiza intenciones de voto, pero hay que ser muy ingenuo o rematadamente necio para creer que los expertos saben qué va a ocurrir dentro de treinta años si son incapaces de decirnos si este verano seguiremos llevando mascarillas o si habrá un nuevo repunte de casos de Covid la semana que viene. Pero bueno, como declaración de intenciones no está nada mal, que a clavos más ardientes nos hemos agarrado en otras ocasiones, y no hemos dicho nada.
Pero una, que sabe que no verá esa España de mediados de siglo –y tampoco estará para ver cómo saldamos la deuda de la pandemia en ochenta y nueve años– se entretiene con el ‘España 2050’ igual que si fuera el catálogo de Ikea, midiendo mentalmente habitaciones que no existen o decorando estancias con tardes de lluvia que nunca ocurrirán. Dice el documento –que va por secciones– que el futuro del empleo en nuestro país pasa por la creación de nuevos puestos relacionados con la virtualidad, como ‘jardinero de Minecraft, entrenador de avatares o jugador profesional de e-sports’, profesiones todas asociadas al «crecimiento del metaverso y la realidad virtual».
Yo no sé lo que es el metaverso pero pienso que menos mal que mis hijos jugaron mucho al ‘Nitendogs’ y les quitaron muchas pulgas a los perritos digitales, y menos mal que también vieron ‘Cómo entrenar a tu dragón’ en el cine, porque mucho me temo que ni la Universidad, ni los Masters les vayan a servir para conseguir trabajo. Cierro el documento porque me distraigo con la propuesta de Vox en Murcia para que se escuche el himno de España cada mañana en los centros educativos y para que se ponga una bandera española en la puerta de cada colegio. Y pienso que menos mal que mis hijos han visto muchos partidos de la Selección Española de Fútbol y saben que el himno no tiene letra, y también han visto muchas recogidas en Semana Santa, porque dudo que más allá de la competición futbolística y de las procesiones hayan escuchado muchas veces el himno nacional. Vox suele ser muy distraído en sus propuestas –no tanto en sus ejecuciones– y ha cumplido esta semana su amenaza retirando su apoyo al gobierno andaluz por acoger a trece –trece- menores no acompañados, y haciendo mucho ruido con el que provocar un adelanto electoral, que en cualquier caso tampoco les beneficiaría demasiado, porque en el fondo, el cortoplacismo de Vox y el largoplacismo del PSOE tienen un mismo denominador común: la poca confianza que producen en el electorado.
Somos hombres –y mujeres– de poca fe. Por eso el presidente Sánchez nos habla en términos bíblicos y no se acuerda del camello y el ojo de la aguja, sino que se va directamente al Eclesiastés para decirnos aquello de que hay un tiempo para cada cosa, «Hay un tiempo para el castigo y un tiempo para la concordia», en alusión a los indultos previstos para los condenados por el procés catalán que, dicho sea de paso, ni se lo van a pagar, ni se lo van a agradecer. Ya no se acuerda Sánchez de cuando decía ante el parlamento aquello de que «los indultos se tienen que acabar».
Da igual, porque nunca ha tenido menos valor la palabra que hoy en día. Es tiempo de tribulación, como decía el santo navarro, de la Gran Tribulación, que decía el Apocalipsis, un poco antes de que aparezcan los cuatro jinetes.
Cierro el ordenador y aún es de madrugada. Lo mismo me pongo a planchar.