HOJA ROJA
Hay quien dice que Cádiz
Al final, la memoria histórica también se le olvidan las cosas.Resulta que el Carnaval, el auténtico nos importa un pito
Anda la gente con el corazón ‘partío’, –porque aquí a la gente se le parte el corazón con cualquier cosa–desde que el pasado martes el Ayuntamiento anunciara la decisión inamovible –según decía el alcalde el jueves, que lo mismo hoy ya no es así– ... de trasladar el Carnaval al mes de junio. Y es lógico que ande la gente con el corazón en dos mitades, debatiéndose entre el conformismo «por lo menos hay carnaval» y un cierto temor a recibir la ira de los dioses si se atreve a decir lo que realmente piensa. Por eso, y porque tengo el corazón como una piedra, después de una semana escuchando y leyendo argumentos a favor y en contra tan pobres como disparatados, llego a una conclusión que me asusta tanto como me divierte: al final no está tan arraigado el carnaval en nuestro ADN como nos habían hecho creer; al final no morimos por febrero ni nada por el estilo; al final, era mentira aquello de que el pueblo luchó por desterrar la Fiestas Típicas –con toda su desestacionalización y sus ventajas, y su buen tiempo– y alzó sus voces para que el carnaval volviera a la hoja del almanaque de la que no debió salir jamás. Al final, a la memoria histórica también se le olvidan las cosas. Al final, resulta que el carnaval, el auténtico carnaval, nos importa un pito.
No se preocupe, que no volveré a los lugares comunes, ni a contarle el porqué de la variabilidad del calendario, ni a lo de la Semana Santa, mucho menos después de haber escuchado a «voces autorizadas» del mundo del carnaval pregonando que no tienen nada que ver una fiesta con otra –pues vale, el euro para ti– . Tampoco le contaré lo de los jóvenes y la Selectividad, ni lo de las comuniones, ni lo del final de curso, ni lo del calor y los disfraces de foame, ni lo del golpetazo a una hostelería condenada a pasar otro invierno duro sin la alegría de febrero. No le contaré nada de eso, porque usted ya lo sabe y porque, aunque no lo diga, ya se ha acostumbrado a que este Ayuntamiento primero dispare, y luego pregunte, aunque siempre le pregunte a los mismos.
Y no le hablaré de todo eso, porque el runrún del cambio de fechas para el Carnaval no es cosa de la pandemia. Me doy un paseo por la hemeroteca y aunque me puede lo de Vicente del Moral y su “escrutinio” –tan parecido, ¡ay! al del nombre del estadio en cifras y en letras- y me puede la exposición de motivos del entonces concejal de Fiestas –no se la pierda, si tiene ocasión y ganas de echar unas risas-, me detengo en aquel 2017 –sí, ha leído bien- en el que la junta ejecutiva del COAC ante el “clamor” popular de una fecha fija –decían ellos- intentaba convencer sobre la necesidad de establecer un carnaval independiente de la fecha de inicio de la Cuaresma y, a ser posible, en torno al Día de Andalucía, como un atractivo más para el turismo. No estuvo mucho tiempo la pelota en el tejado municipal, pero desde entonces, siempre que la fiesta rondaba al día de la autonomía, volvían con el mismo runrún, el cambio de fecha para el carnaval. Algo que, si usted se para a pensarlo un momento, es un auténtico tiro en el pie; porque si estamos luchando para que nuestro Carnaval sea Patrimonio Inmaterial de la Humanidad o del Mundo Interplanetario, tendrá que ser Carnaval, no sé si me explico, aunque creo que sí.
El caso es que hemos llegado a la sinécdoque perfecta, a confundir una parte con el todo y a reducir nuestra fiesta, la de idiosincrasia y esas cosas que se dicen, al concurso de agrupaciones, y a creernos que el Carnaval solo existe si existe el Falla. Tan simple como esto. Tan pobre como esto. Tan triste como esto. Y tanto es así que la decisión municipal se dio a conocer en el Foro de Carnaval al que solo asistían personas relacionadas con el concurso. Ni hosteleros, ni comerciantes, ni representantes políticos ni asociaciones, ni la gente, esa gente a la que se invoca cuando se acercan las elecciones. Y en función de la necesidad de cambiar de fecha el concurso –lógica y recomendable, no lo dudo– se cambia la fecha del Carnaval. Qué más da que coincida con el Corpus –fiesta que organiza también el Ayuntamiento, por si a alguien se le olvida-, que haya que cambiar la festividad local, o que pervierta el verdadero significado del Carnaval. Porque siento mucho decírselo, señor alcalde, pero su detalle de dejar pasar unos días «de reflexión y recogimiento»entre el domingo de Resurrección y el inicio del COAC no es necesario porque el domingo de Resurrección ya estamos todos muy contentos y no tenemos que recogernos ni que reflexionar.
Bueno, que reflexionar sí. Y mucho, además. Porque la excepcionalidad de este año puede verse convertida en tradición, -que ya sabemos lo que pasa aquí cuando una cosa se celebra dos veces seguidas- y la ocasión la pintan calva para repetir de nuevo. El Carnaval de junio será un éxito, no tengo la menor duda, pero de éxito también se muere. Ojalá me equivoque y no tengamos que decir como Caro Baroja «el carnaval ha muerto”, larga vida al COAC.
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