El puchero
«Resulta que Adelante Andalucía, que tiene representantes pero no grupo parlamentario, pretende costear la campaña haciendo lo mismo que Lola Flores»
Ad on Benito, el español que mejor nos ha contado a los españoles cómo somos los españoles, le llamaban «el garbancero». Bueno, no es que fuese ese su apodo, sino que Valle-Inclán –que escribía muy bien y tenía muy mala leche– tuvo a bien ... poner en boca de Dorio de Gadex, novelista de muchas ínfulas y poca fortuna que aparece en ‘Luces de Bohemia’, ese apelativo para referirse al autor de los ‘Episodios Nacionales’. El porqué de este por qué ha sido siempre motivo de dudas; que si a Pérez Galdós le gustaban los garbanzos, que si retrataba a la España más humilde, la del cucharón y paso atrás, que si el garbanzo «resiste a todas las modas del comer» como escribió en ‘Fortunata y Jacinta’… En fin. Especulaciones, todas las que usted quiera pero en realidad, lo único que sabemos es lo que dijo el propio autor, en cuanto a sus preferencias en el comer «solo tengo una, que declaro sinceramente aunque se refiere a cosa ordinaria, el cicer arietiunm, que en romance llamamos garbanzo».
Pienso en don Benito mientras leo que Isabel Díaz Ayuso anuncia a bombo y platillo la supuesta recuperación, en el próximo curso, de ‘El Quijote’, ‘La Celestina’ o ‘El Lazarillo’ como lecturas obligatorias en Bachillerato para contrarrestar la cosa «liberticida» que dice ella que tiene la Lomloe –que no es que esta ley sea el gran qué, pero bueno– sin caer en la cuenta de que no tiene que recuperar nada porque en su comunidad autónoma las tres lecturas ya eran obligatorias desde hace tiempo. Estas son las cosas garbanceras que pasan en nuestro país, como cuando un Rector Magnífico de una universidad muy cercana puso el grito en el cielo porque los «ultraderechistas» del PP habían suprimido en Andalucía la lectura de ‘Los girasoles ciegos’ del currículum de bachillerato y se lamentaba de la triste suerte que correrían nuestros alumnos y alumnas sin leer esa obra, sin haberse enterado de que la omisión de la única novela de Alberto Méndez –que tampoco es que sea una maravilla– venía motivada por la inclusión, más que necesaria, de una obra de Carmen Martín Gaite. Que la realidad era que tanta igualdad y tanta historia, pero que no había ni una sola mujer en la nómina de lecturas obligatorias, por cierto.
Y así nos va. No le diré que más nos valdría volver a leer a Galdós, pero sí le diré que lo de los garbanzos es algo que no me puedo quitar de la cabeza, sobre todo después de que Adelante Andalucía haya lanzado su propuesta de crowdfunding para poder llevar a cabo la campaña electoral de las próximas elecciones autonómicas. «Con un puñaíto de garbanzos…» decía la enigmática imagen que aparecía en redes sociales el pasado lunes, y cuya intencionalidad sería desvelada pocas horas después. Verá. Resulta que Adelante Andalucía, que tiene representante pero no grupo parlamentario, pretende costear la campaña electoral haciendo lo mismo que Lola Flores, pero pidiendo en vez de una peseta a cada español, un puñaíto de garbanzos porque «nuestros recursos económicos son limitaítos» y porque «no tenemos amigos ricachones» y «tampoco queremos deberle dinero a nadie, ni a los bancos». El puñaíto de garbanzos va desde los 20 euros que les cuesta imprimir cien carteles hasta los 200 con los que cifran «soñar a lo grande una Andalucía libre», pasando por los cien euros que sufragarían «todo el material para una mani», y con todo esto pretenden «armar un buen puchero».
La estrategia, todo hay que decirlo, me parece interesante y además creo que deberían copiarla los otros partidos. El que quiera “manis” y carteles y esas cosas, que lo pague o que se lo paguen sus simpatizantes, pero lo del puchero y los garbanzos no me termina de convencer y mucho menos cuando nos jugamos tanto –eso dicen– en estas elecciones. Porque el puchero tiene muchos más ingredientes, además de los garbanzos. Y usted lo sabe, y creo que ellas también, aunque no lo digan. Para empezar, a este puchero-candidatura le hace falta carne -músculo, dicen ahora- y le sobra el repertorio completo de los Alvarez Quintero -pobres, nunca estuvieron en las listas de lecturas obligatorias-, por mucho que la candidata hable como si se hubiese escapado de ‘Puebla de mujeres’ y defienda los volantes como seña de identidad. También le falta tocino -al fin y al cabo, la maquinaria hay que engrasarla-, y le faltan huesos duros para poder sostener el esqueleto de una propuesta que definen como ecologista y feminista y que busca «construir una herramienta política que sitúe los problemas y las necesidades del Pueblo Andaluz en el centro de sus propuestas, de sus batallas y de sus anhelos de futuro». También le faltan verduras, ya sabe, apio, puerro, zanahoria, patatas y hasta nabo –no soy yo muy de nabo en el puchero– y la sal.
Y le falta, cómo no, el fuego lento que transforme todos esos ingredientes en el alimento que necesita Andalucía para que no salga «un puchero de caldo flaco y garbanzo duro», que decía don Benito cuando hablaba de España. Porque Andalucía necesita una alternativa y necesita que se nos escuche y necesita que se nos tome en serio, pero no a costa de volver a los tópicos que tanto daño nos hicieron. Porque al final los garbanzos, si no están bien remojados y se les somete a la presión de la olla terminan convirtiéndose en lo que decía Galdós, en «comida indigesta».
Ver comentarios