El perro del hortelano
«Los mismos que se deshacen contando cómo el Vera les cantó al oído dos pasodobles, son los que critican que las calles están vacías y que la hostelería ha perdido dinero»
![Yolanda Vallejo: El perro del hortelano](https://s1.abcstatics.com/media/opinion/2022/06/12/v/hoja-roja-kBzC--1248x698@abc.jpg)
Lo malo de hacerse mayor -viejo, para que me entienda- es que uno pierde la capacidad de asombro; lo bueno, es que aprende a vivir entre contradicciones, propias y ajenas, y nada le turba ni nada -o casi nada- le espanta. Cádiz se nos ha ... hecho muy mayor -vieja, para que me entienda- y por eso hay pocas cosas que nos asombran, casi ninguna que nos espanta, y hemos desarrollado hasta el límite la capacidad de pensar y decir una cosa, y a continuación, la contraria, sin que apenas nos despeinemos. Yo también estoy mayor -no, no voy a caer en mi propia trampa diciendo vieja- y también convivo con mis contradicciones, que son muchas y, no siempre, mal avenidas. Por eso no tengo ningún problema en defender una idea y la contraria al mismo tiempo y con la misma vehemencia. Como Cádiz, vehemente desde que se levanta por la mañana.
Le cuento esto porque, aunque en caliente no saben las cosas igual y no es muy recomendable hincarle el diente a lo que acabamos de sacar del horno, tampoco considero que haya que esperar a que se enfríe del todo, porque ya sabe que es la venganza el único plato que sabe bien si se sirve frío, y no soy yo muy de vendettas, que luego me pesa mi educación judeocristiana y me aprieta la conciencia. Así que, buscando el momento más tibio para meterle mano, le diré que llevo toda la semana observando con deleite cómo mis vecinos -y mis vecinas- se las apañan con sus contradicciones y se aclaran, o no, con este Carnaval ‘único e irrepetible’ del que ya nos estamos despidiendo.
He visto de todo, y ni me asombro ni me pasmo. He visto gente con palmas y olivos vitoreando a las mujeres de ‘We can do’, a la vez que dudaban de su paso a la final del COAC, dando por hecho que su presencia solo se justificaba por aquello de las cuotas; y usted también lo ha visto. He leído críticas a la cabalgata -lo de magna que se lo pongan otros-, al exceso extremeño y al abuso circense, procedente de las mismas personas que se alegraban de que ¡por fin! teníamos un desfile de calidad y aplaudían el acierto municipal de hacer una cabalgata temática. He escuchado despotricar del descontrol de la venta de sillas y elogiar, a un mismo tiempo, lo familiar y recogida que había sido la tarde del domingo de coros. He comprobado que hay autores que asumen el veredicto del jurado -pegaba una carroza con el jurado en ese ambiente circense de la cabalgata-, mientras examinan con lupa los puntos de cada miembro a cada agrupación para hacer, cuando menos, unas risas -y no solo- en redes sociales sobre la capacidad musical, matemática o mental de los que componían el tribunal más disparatado que se recuerda.
Y he presenciado auténticos debates -ríase usted del de los candidatos a la Junta- sobre lo oportuno y oportunista de este carnaval de verano que, para qué vamos a decir otra cosa, no ha terminado de cuajar. Unos me dicen hazlo, otros que no lo haga… ya sabe lo que decía el cuarteto del Gómez; en definitiva, que nunca llueve a gusto de todos, pero el chaparrón nos cae encima, queramos o no. Justificar el poco predicamento que ha tenido este carnaval con argumentos como «para la gente de Cádiz», «hemos podido escuchar», «ha sido un gustazo» es hacerse un Pollyana en toda regla. No se consuela más que el que no quiere, pero la realidad y el deseo nunca van de la mano y por mucho que nos empeñemos, este Carnaval no ha sido capaz de llenar las calles. Buena prueba de ello es el carrusel ‘unificado’ de esta tarde y buena prueba de lo que le digo es la excusa de ‘como en los carnavales de antes, todos a la plaza’. No, mire usted; nos llevamos todos los coros a la plaza a ver si así, concentrando al personal, no vuelven a verse esas imágenes tan tristes que hemos estado viendo estos días, con agrupaciones cantándole a diez personas y con calles totalmente vacías, porque hay que admitir que ‘la calle ha sido un fiasco’, como decía Luis Frade.
Y eso ni es malo, ni es bueno. Es una realidad y punto. Que el carnaval «oficial» no se podía celebrar en febrero, por las medidas sanitarias que todavía estaban vigentes en aquel momento, es algo que nadie discute, pero que este Carnaval ha sido, más que descafeinado, desangelado tampoco se debe discutir. Tal vez porque nunca ha cuajado un Carnaval fuera de fecha, y solo hay que remontarse a los tiempos en los que se intentó un carnaval de verano que sabía a sucedáneo.
Lo más curioso es que los mismos que se deshacen contando cómo el Vera les cantó al oído dos pasodobles inéditos casi en la intimidad, son los que critican que las calles están vacías y que la hostelería ha perdido dinero; y a la vez, los que se quejan de la organización municipal de la fiesta son los que andan encantados por haber escuchado a las agrupaciones punteras sin necesidad de mandar a callar al de delante.
Lo que le dije. Vivir en la contradicción se nos da muy bien, y ser el perro del hortelano se nos da mejor todavía, que ya lo decía el poeta, «si no te quiero, te enfadas, y enójaste si te quiero; escríbesme si me olvido, y si me acuerdo, te ofendo». Pues eso mismo.