Nuevas masculinidades
Una mala imagen es capaz de arruinar cualquier mensaje por muy loable que sea el mensaje
Al final, va a ser verdad eso de que una imagen vale más que mil palabras. Y también va a ser verdad que una mala imagen es capaz de arruinar cualquier mensaje por muy loable que sea el mensaje. No lo digo yo, lo dicen ... los que entienden de marketing y publicidad –seguro que tiene un cuñado que sabe de eso- y los que analizan cientos de campañas publicitarias fallidas, o lo que es peor, campañas publicitarias que generan reacciones tan negativas que consiguen un efecto contrario al esperado. Pasó, no hace mucho, con la “vuelta al cole” de El Corte Inglés, que tuvo que retirar en escasas veinticuatro horas la inquietante imagen de los pies de un niño “ante el desconcierto que ha causado” –y el miedo, en algunos caso-, y pasó también cuando la cadena de ropa H&M publicó, como parte de la promoción de una nueva línea, la foto de un niño afrodescendiente vistiendo una sudadera que decía “Coolest monkey in the jungle”, una frase intrascendente si no fuese porque se traduce como el mono más guay de la jungla. Qué le vamos a hacer; no estaría en la mente del publicista herir sensibilidades, pero fue lo que consiguió.
Pasa hasta en las mejores familias, y no son pocas las marcas que han caído en su propia trampa, desde Ikea hasta McDonald’s pasando por Versace o Dove –esta última con alevosía y recochineo, porque anunciaba un jabón aclarante en el que una mujer negra se convertía en blanca usando el producto en cuestión. Son cosas que pasan, dirá usted y quizá lleve razón, pero en un mundo en el que una imagen vale más que mil palabras hay que andar con muchísimo cuidado para no cagarse en lo barrido, que es una expresión bastante horrible y vulgar, pero que define a la perfección lo que le digo.
Y le digo esto porque observando el cartel del taller sobre masculinidades no tradicionales que ha impartido Antonio Martínez Cáceres en la Escuela de Arte de Cádiz, no sabe una si reír o llorar; es decir, no se sabe si es provocación –que podría serlo- o una campaña publicitaria que le hace chico favor al contenido del taller impartido. Me gustaría pensar que han utilizado la técnica y la idea del fotógrafo Eli Rezhallah, quien en su proyecto “En un universo paralelo” cambiaba los roles tradicionales del hombre y la mujer en la publicidad de los años cincuenta –una publicidad que hoy en día no pasaría ningún observatorio de género sin llevarse un tirón de orejas o algo más-, en la que el modelo de “mad man” y “perfect housewife” impuso una línea estética tan bonita como poco ética.
El caso es que la imagen elegida para publicitar el taller que ha organizado la Fundación Municipal de la Mujer no cumple al cien por cien con su cometido, el de contribuir “a construir masculinidades no tradicionales que pongan en entredicho el uso de la violencia y fomenten relaciones igualitarias entre hombres y mujeres”, porque –lo mismo es que no está hecha la miel para la boca del burro- lo que una ve es dos hombres con delantal haciendo lo que parece una comida, mientras dos señoras se meten un lingotazo y los observan entre divertidas y expectantes. Ellos de blanco impoluto, ellas de negro riguroso, en una clara confrontación de roles y actitudes que no sé yo si aportan mucho al mensaje, o son una maniobra de distracción.
Porque mientras miramos el cartel, ponemos el foco de atención en el dedo y no en la luna. Verá. Lo de masculinidades no tradicionales no es exclusivo de nuestro ayuntamiento, ni siquiera es novedoso. Hay quienes llevan años impartiendo cursos de deconstrucción de la masculinidad hegemónica heteropatriarcal –con lo fácil que es decir igualdad- como herramienta de transformación de la sociedad. Quienes los imparten –el ponente de Cádiz, entre otros- trabajan para construir “numerosas masculinidades alternativas” al modelo actual de masculinidad, sea cual sea ese modelo, que, a estas alturas, no lo tengo muy claro.
Que todo esfuerzo por erradicar la violencia machista y las desigualdades sociales es poco es algo en lo que estamos todos de acuerdo, que solo rechazando la violencia se puede rechazar la violencia, que no se puede dar curso de normalidad a declaraciones como las de El Cigala, que hay monstruos que matan a las mujeres –alguno incluso que las mata doblemente, arrancándole las entrañas en vida-, pero pienso que el problema no está en la masculinidad. Lo mismo soy yo, que no entiendo nada la nueva normalidad, pero leo la cita de Paul Watzlawick con la que Antonio Martínez Cáceres –el ponente- encabeza uno de sus artículos y aun lo entiendo menos, “Había una vez un hombre que daba una palmada cada diez segundos. Uno le pregunta por el motivo de tan extraño proceder. El hombre responde: “Para espantar los elefantes”. “¿Elefantes? Pero si aquí no hay ninguno”. A lo que el hombre que da palmadas responde:“¿Ve como funciona?”.
Algunas veces, las medidas que tomamos para abordar un problema se convierten en el problema. Y algunas veces, una imagen no es que valga mil palabras, sino que nos deja sin ellas…