El nombre exacto
«...Está muy bien que el pueblo se entretenga con cualquier cosa... Pero lo que no está bien es que nos hagan perder el tiempo y la cordura»
A veces pienso que el género tonto es el que más se lleva esta temporada, aquí y en cualquier parte del mundo. Tonto es el que hace tontería s, ya lo dijo la madre de Forrest Gump, así que no me malinterprete; y ... no solo es tonto el que las hace, sino el que las dice, e incluso el que las ve , que como decía Rafael Alberti –por si la madre de Forrest Gump no le parece una referencia oportuna o de suficiente calidad- «yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos».
El género tonto, universal, y por tanto, nada gramatical, se manifiesta en las circunstancias más inesperadas –en las esperadas también, para que vamos a engañarnos- y suele ser especialmente usado solo o en compañía de actitudes que son reconocibles por todos, viejas amistades podríamos decir. Como ejemplos le podría dar, no un botón, sino la botonadura completa de un oficial de Elcano, pero tampoco se trata de eso. Es suficiente con que mire a su alrededor y reconozca el género en cuanto lo vea , en cuanto vea cómo alguien se empecina en mantener actitudes beligerantes sobre un asunto desde el más absoluto desconocimiento; en cuanto vea a los defensores de ideas fuera de contexto, de circunstancias y de consecuencias; en cuanto vea a los agredidos por el pensamiento del de enfrente; en cuanto vea a los que no hablan «ni muerto» con los que no siguen el único pensamiento único –que por supuesto es el suyo-; en cuanto escuche las expresiones «censura» o «libertad de expresión» usadas como antónimos en situaciones sinónimas; en cuanto vea ondear la bandera de la democracia en el mástil equivocado… en fin, en cuanto salga a la calle.
Nos hemos instalado en Tontilandia , el maravilloso mundo de la miopía, donde el horizonte nunca está más allá de nuestras narices. Podría haber usado el mito platónico de la caverna y así habérmelas dado de cultureta, pero después de haber echado mano de la madre de Forrest Gump, cualquier cosa podría haber sido usada en mi contra. Y tampoco es plan. Así que iré al grano, y me dejaré de rodeos estériles porque usted sabe igual de bien que yo que no sirven para nada.
En 2017 , el Pleno Municipal de nuestra ciudad aprobó, en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica y de la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía –en cumplimiento de la ley- la retirada del nombre de Ramón de Carranza a una avenida de la ciudad, acuerdo que se llevó a la práctica en diciembre de ese mismo año, no con demasiada polémica quizá porque todo el mundo llamaba -y llama- Canalejas a esa zona. Cabría, por tanto, en cualquier cabeza normal pensar que si se retira el nombre a la calle, tarde o temprano habría que hacer lo mismo con el estadio de fútbol. De hecho, el Cádiz C.F. inició por aquellas fechas el registro de la marca «Estadio Carranza» en la Oficina Española de Patentes y Marcas , aun sabiendo que la propiedad de las instalaciones la ostenta el Ayuntamiento y que, por tanto, a él le corresponde el cambio de nomenclatura. Dicho esto, era cuestión de tiempo que el consistorio planteara la retirada del nombre «Ramón de Carranza» y aprobara la alternativa, como ha hecho recientemente con el Teatro del Parque –que debe ser el único teatro del mundo que tiene el nombre antes de que se construya- sin que nadie ni nada pueda oponerse de manera legal.
La ocasión unas veces la pintan más calva que otras, y el ascenso a la Primera División y la polvareda que levantan las pataletas, parecían la situación más idónea para proceder al cambio. Nada que objetar, por supuesto; entre otras cosas porque a mí personalmente me da igual cómo se llama o se deje de llamar el estadio. Ahora bien, lo que ya no me da tan igual es el despliegue de tonterías –el género, ya sabe- en torno al hecho . ¿Por qué tiene que ser participativo –participativo, dice- el proceso de selección de nombre? ¿ Por qué hay una comisión encargada de la elección de los nombres ? ¿Por qué está ahí el Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras? –y voy a más ¿quién se colegia en eso?-, ¿por qué están representadas las Brigadas Amarillas y no otros colectivos?, ¿qué pinta la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía eligiendo nombre para un estadio ?
En fin. Son preguntas que me hago, y que me hacen aún más tonta todavía. Lo del mundo asambleario , los procesos participativos y las mesas de lo que sea, eran la gran apuesta del Ayuntamiento del cambio . Nada sirvió para nada, bueno sí, para marear la aguja y perder el norte. Para que todos los caminos nos lleven al mismo punto de no retorno, el lugar donde las cosas parecen, pero no son.
Verá, está muy bien que el pueblo se entretenga con cualquier cosa . Lo hicieron los reyes déspotas, los ilustrados y hasta los gobiernos democráticos, arrojando despojos desde la palestra pública. Pero lo que no está bien es que nos hagan perder el tiempo y la cordura . Si ya tienen pensado el nombre para el estadio, póngalo y santas pascuas. Dejen en paz a la gente que bastante tiene con lo que tiene encima. Busquen el nombre exacto de las cosas. ¡Ay, no! Que para eso tienen que invocar a la inteligencia.
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