No miren arriba
No eres nada si no hablas de ‘No miren arriba’, si no reconoces en cada discurso, en cada gesto a alguien demasiado próximo, demasiado conocido
Supongo que, como todos, ya habrá visto usted la última de Leonardo di Caprio –de lo mal que envejece le hablo otro día–, y supongo que, como todos, ya habrá estado en varias tertulias en las que alguien intenta explicarle ese final en tres partes, ... como si usted fuese tonto y no se hubiera dado cuenta. Y supongo que, como todos, ya habrá usted reparado en que el elenco de actrices –histriónicas y muy excitadas– luce en su vestuario los colores de la bandera americana, y en que el bolso del hijo de Mery Streep es un burda imitación del Birkin de Hermès –que eso usted no lo sabía pero como alguien lo coló en una conversación, pues ya es como si lo supiera– y también ha incorporado en su rutina lo de decir que Don’t look up! es «una analogía de la cultura moderna y de nuestra sociedad, que se muestra incapaz de escuchar y asumir las advertencias de la comunidad científica», o algo por el estilo, como hacemos todos.
Supongo que es lo bueno de ser tan borregos, que una ya sabe por dónde van las conversaciones y no es necesario aquello de echar mano del tiempo –y eso que durante una época de mi vida yo hablaba mucho del tiempo– para integrarse perfectamente en sociedad. No eres nada si no hablas de ‘No miren arriba’, si no reconoces en cada discurso, en cada diálogo, en cada gesto a alguien demasiado próximo, demasiado conocido, demasiado familiar. Porque el último éxito de Netflix es una película sobre el apocalipsis que asusta, no por la tragedia, sino por lo cercano que parece todo. Quite el meteorito, quite el cambio climático, quite las elecciones norteamericanas y meta todo lo que tenga a mano, empezando por el virus y terminando por nuestro presidente del Gobierno. Dan ganas no de mirar arriba, sino de taparse los ojos, y los oídos… y hasta la boca.
Comenzamos el año mirando para otro lado. Total, este 2022 ha sido declarado por la ONU el Año Internacional del Vidrio, que no es lo mismo que el cristal y aunque nos enseñaron que las cosas siempre son según el cristal con que se miren, mirar el año a través de un vidrio puede tener sus ventajas, porque es mucho más basto, menos brillante, menos transparente y más amorfo que el cristal, y muchísimo más resistente. Porque lo del «Resistiré» ya suena muy antiguo pero lo que nos hace falta, y mucho, es resistencia. Miramos para otro lado, porque ya nos han dicho que esto de la pandemia es cosa nuestra, que todo está en manos de nuestra «responsabilidad personal», lo que traducido resulta que nuestros gobernantes prefieren tirar la toalla, o lanzar mensajes maravillosos como el del maravilloso Pedro Sánchez «la pandemia no ha sido un freno, sino un acelerador para el gran proceso de modernización que está viviendo España», que es algo que no se creen ni él ni sus asesores, pero tampoco vamos a estas alturas a pedir actos ni autos de fe.
Hace tiempo que me di cuenta de que en el mundo solo hay dos tipos de personas: las que se creen más listas que nadie y hacen ruido, y las que se creen más listas que nadie y guardan silencio. Y también me di cuenta hace mucho que el absurdo y la estupidez son los verdaderos ejes sobre los que asienta la humanidad. Con esos mimbres es con los que tenemos que construir el cesto; con el absurdo que supone lo desinformados que estamos en plena era de la información y con la estupidez de una sociedad anestesiada por la frivolidad, que lo mismo se ríe de los negacionistas –negacionistas de lo que sea– que se alía con ellos porque sabe que alguien –quien sea– se está riendo de nosotros.
Yo también he visto ‘No miren arriba’, como vi ‘El juego del calamar’ y ‘Los Bridgerton’, y también las vi como quien lee las ‘Novelas Ejemplares’ de Cervantes o los cuentos del ‘Conde Lucanor’, haciéndome la sorprendida por sus «enseñanzas» y dándomelas de cultureta. Desde dentro del redil las cosas se ven mucho mejor, siempre.
Por eso también estuve atenta a la supuesta votación de la «palabra del año» designada por la Fundéu; ya sabe, esa palabra que según la Fundación del Español Urgente es la que ha marcado el año que dejamos atrás antesdeayer mismo. Frente a términos muy recientes y barrocos como carboneutralidad, criptomoneda, cámper (que yo creía que era una marca de zapatos) desabastecimiento, ecoansiedad, fajana, megavatio, metaverso, negacionista o talibán, la agraciada ha sido vacuna, una palabra cotidiana y simple que tiene más de cien años.
Y es que, a veces, no hace falta mirar arriba, ni mirar para otro lado, porque lo verdaderamente importante lo tenemos delante de nuestros ojos y no es necesario buscarle explicación. Eso lo aprendí de Paco Rosado, como usted, y de su manera de contar y cantar las cosas. Por eso, de todos los finales posibles, por si llega el apocalipsis, me quedo con este: «cuando el mar se esté tragando esa gran bola de fuego, iremos pa tierra con el viento de poniente, nos abrazaremos frente al último reflejo y allí compadeceremos a to esa gente que no disfruta este cielo».
Ya ve, no es tan difícil. ¡Feliz Año Nuevo!
Ver comentarios