Opinión

Mundos para-lelos

«El debate-según decían ellos mismos-es higiénico y saludable, o al menos lo era antes. Antes de que pasaran al mundo paralelo»

Que hay otros mundos pero están en este es algo que sabíamos, mucho antes de que nos enterásemos de que el verso era de Paul Eluard, y no de los publicistas de YatchMan «hay otros hombres, pero están en ti», ¿se acuerda?, aún ... me pregunto muchas veces cómo hemos sobrevivido a aquellos anuncios de colonia barata, pero tampoco me extraña, porque hemos sobrevivido a cosas peores, o mejor dicho, ahora más que nunca sobrevivimos en un rodillo publicitario. ¡Qué le vamos a hacer!, no se consuela el que no quiere o como diría la niña de la mascarilla «no pasa nada… es mejor eso que morirse».

Entre todos los comienzos posibles elegí el de los otros mundos que están en este porque, a veces –muchas veces, demasiadas veces-, tengo la sensación de que no vivimos todos en el mismo sitio, que sin salir de nuestra ciudad, unos vemos unas cosas y otros ven otra totalmente distinta y que nos separan miles de kilómetros sin movernos de nuestra propia calle. Puede que todos tengamos razón, que no existan las verdades ni los límites absolutos y que por los poros de esta líquida normalidad se esté escurriendo el poco sentido común que nos quedaba. Puede, incluso, resultar que el pensamiento único sea la puerta que nos lleva de un mundo a otro, y que como Alicia estemos solo a una galleta de poder entrar por el ojo de una aguja, como el camello aquel del Evangelio . Si nos dicen que todo va bien, lo mismo terminamos creyéndolo y hasta viéndolo, porque si a la Fe la pintan ciega será porque no le hacen falta ojos.

Total, que lo que le quería decir es que hay mundos paralelos y mundos para lelos. Y que todos están en nuestra ciudad. Verá, esta semana fallecía, a las puertas del Centro de Salud del Olivillo alguien que, en principio, parecía una persona sin hogar –esto de llamarlo así, me parece tan frío y tan hipócrita que creo que no lo emplearé más-podría haber sido uno de tantos que viven en nuestras calles, donde cada vez hay más asentamientos y donde cada vez la situación es más insostenible, como viene denunciando la asociación “Somos Cádiz”, desde hace tiempo, «mueren en la calle y le da exactamente igual, sufren baldeos con cañones de agua y productos químicos, les ponen maquinaria para que no concilien el sueño». Se refieren al Ayuntamiento, claro está.

El mismo Ayuntamiento que, también esta semana, convocaba a la Mesa de las Personas sin hogar -después de dos años- para trasladar su satisfacción a los colectivos integrantes por lo bien que lo está haciendo el Ayuntamiento y por la de recursos municipales que se invierten en mejorar la calidad de vida de las personas que permanecen en la calle. Una opinión no compartida por los grupos de la oposición –malagente, que siempre estáis igual-, que reiteraron su decepción ante la mala o escasa gestión municipal, «nos han convocado para decir que si hay más personas en la calle es porque lo hacen tan bien que vienen de otras ciudades a disfrutar de lo bien que lo hace el Ayuntamiento de Cádiz», concluía José Carlos Teruel, del mismo modo que la portavoz socialista, quien lamentaba que «los datos que se nos han ofrecido a día de hoy son de 2018 y 2019». En fin. Un mundo frente a otro. Y en medio, decenas de personas malviviendo en parques, en edificios patrimoniales, en mitad de la calle incluso. Pero ¡ay! Un mundo no mira al otro, porque esta guerra de los mundos se libra en una realidad paralela en la que solo hay una regla: o estás conmigo o estás contra mí.

Y si estás conmigo, si juegas en mi bando, no puedes mirar al otro lado, porque te puede pasar lo que a la mujer de Lot; si no sabe lo que le pasó, búsquelo en el Antiguo Testamento, donde campea el Dies Irae maldiciendo a diestro y siniestro a todo el que osara llevarle la contraria. Está muy feo eso de maldecir ¿verdad? Porque o maldice una a lo Margarita Xirgú en la casa de Bernarda Alba, o queda como de poligonera o como de matón de barrio –con todos mis respetos a las poligoneras y a los matones de barrio contra los que no tengo absolutamente nada- con ganas de bronca.

Nuestro alcalde está disfrutando del permiso de paternidad que le concede la ley, y que no por justo, le parece necesario a una parte de la ciudadanía. Tan respetable es la opción del alcalde como la opinión de sus vecinos y vecinas. Estar expuesto al juicio público va en el cargo, no sé si se lo dijeron cuando se presentó a las elecciones y la crítica, el debate -según decían ellos mismos- es higiénico y saludable, o al menos, lo era antes. Antes de que pasaran al mundo paralelo, ese mundo trágico en el que los cuchillos siempre están afilados y en el que Laurencia siempre está dispuesta a salir a la calle buscando venganza, «Yo maldigo la mala leche y el cinismo de quien se permita cuestionar el derecho que asiste al padre de mis hijas», decía Teresa Rodríguez hace unos días en sus redes sociales.

Maldecir -vuelvo a repetirlo- está muy feo, sobre todo cuando no hay necesidad. Todo en esta vida es cuestionable, absolutamente todo, incluso este mundo para lelos en el que nos hemos instalado.

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