El mundo está loco, loco, loco
Los locos dieron pronto el salto a la opinión pública, a los consejos de dirección y a la política, y los disparates llegaron envueltos con el aval de los asesores
A mediados de los ochenta, la Ley General de Sanidad concluía con el cierre de los institutos frenopáticos -eufemismo muy conseguido para referirse a los manicomios- y el novedoso tratamiento de los enfermos mentales de forma comunitaria, integrándolos en la sociedad. Un planteamiento loable y ... reformista que trajo luces y sombras, y sobre todo, que dio carta de naturaleza a distintas patologías psiquiátricas desde entonces compatibles con cualquier actividad pública o privada, amparándose en los nuevos tratamientos y en la inserción laboral y social de los enfermos. Los locos -entiéndame bien, usted sabe a quiénes me refiero- tomaron las calles y así nos va.
Fue la televisión la primera en darles cobijo, y proliferaron durante los años noventa todo tipo de ingenios, prodigios, locos y «sabandijas de palacio», como en la corte de los Austria. Javier Cárdenas -cuando se le entendía hablando- le ponía por delante un micrófono, y así nos enteramos de que Raticulín era provincia de Ganímedes en la constelación de Orión, y de que al niño Jesús le gusta más el jamón York que el pescado -en contra de lo que pudiera parecer- y por eso se le aparecía en el Higuerón a Carmen López. Fueron los años de ‘El semáforo’ -impagable Cañita Brava, y más impagable aún en sus apariciones en ‘Torrente’-‘El perro verde’, de ‘Crónicas Marcianas’, de ‘Los Ratones Coloraos’ con el Risitas y el Peíto, y toda una corte de gente excéntrica que mantenían las audiencias mientras se establecía un nuevo orden social. Los locos eran siempre los otros.
De todos ellos, desarrollé una profunda admiración por José Verdún, el extraterrestre onubense apodado ‘El Penumbra’, que llegó incluso a dar conferencias en colegios e institutos de Huelva y que afirmaba haber llegado a la Tierra con el meteorito que hizo desaparecer a los dinosaurios. Creador del «flamenco extraterrestre», se consideraba a sí mismo un Adán en un mundo nuevo y, casi siempre, feliz. El Penumbra decía cosas disparatadas -entonces, al menos nos lo parecía- que nos arrancaban carcajadas y, sobre todo, reforzaban nuestro mal entendido complejo de superioridad. Al fin y al cabo, su mundo y el nuestro estaban separados por la pequeña pantalla y lo de la alineación de los planetas no era más que un juego de mesa para las tardes de los domingos.
Pero como no hay situación que no pueda empeorar en este mundo sujeto al imperio de la ley de Murphy, los locos dieron pronto el salto a la opinión pública, a los consejos de dirección y a la política, y los disparates empezaron a llegar envueltos con el aval de los asesores. La de cosas raras que hemos visto desde entonces, y lo normal que las hemos llegado a considerar… Me venía a la cabeza, en estos días, lo de ‘El Penumbra’ por las declaraciones de nuestro alcalde y sus deseos para 2021; hablaba de «la importancia de firmar un nuevo pacto con nuestro planeta» y de cambiar nuestro estilo de vida «poniéndonos del lado de nuestro planeta», y me lo imaginaba como el nuevo Adán en este mundo extraño que nos ha traído el virus, y hasta ganas me estaban dando de estampar mi firma en ese pacto, si no fuese porque el frío, la lluvia y las medidas sanitarias contra el Covid-19 ya se han encargado de quitarme la ilusión.
Y es que, después de que cerraran los manicomios, ya no sirven ni los refranes. Decían aquello de que «más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena». Pero es que, a estas alturas, los locos no saben ni dónde viven, así que hemos convertido el mundo en un gran manicomio, con tratamientos perversos dignos de la enfermera Ratched. A ver hasta dónde somos capaces de aguantar…
Al 2021 nuestro alcalde le pedía lo de alinearse con el planeta y nosotros le habíamos pedido solo que se comportara de la manera más normal posible. Pero ya le digo, el mundo está loco, loco, loco y lo del asalto al Capitolio norteamericano no es sino otra señal de que es el planeta el que no quiere alinearse con nosotros.
Vivimos en la contradicción; el país más democrático del mundo cuestiona las reglas del juego y rompe la baraja incluso antes de comenzar la partida. Gran Bretaña cierra la puerta de una Unión Europea que mantiene como lengua oficial el idioma de un país que ya no forma parte del club. Hemos sido capaces de inventar una vacuna contra el coronavirus en tiempo record, y ahora no tenemos los medios suficientes para administrarla. Los mismos que pedían que se acabara el Estado de Alarma son los que ahora creen que se deberían haber tomado medidas más estrictas -palabra del CIS-, y nosotros, que abominábamos del turismo y echábamos pestes de la turistificación y de todo eso, seguimos poniéndole velas al mismo altar. Ya lo sabe, otro hotel anuncia su apertura en nuestra ciudad.
Aún no hemos visto el hotel del estadio, ni el de la plaza de Sevilla, ni el de Tiempo Libre, ni los de Puerto América, pero ya sabemos que hay una empresa interesada en abrir un hotel en la Avenida de Astilleros, y no solo. La empresa ‘de capital vasco’ anuncia un establecimiento de ‘tres o cuatro estrellas’ -lo mismo da- y un geriátrico.
Lo mismo por ahí tiene más recorrido, aunque si le soy sincera, yo abriría un manicomio, que eso sí que tendría negocio.