Opinión
Del laberinto al treinta
Lo hemos fiado todo a la confusión y a la improvisación, a lo que vaya surgiendo
Al ritmo que van las cosas, en breve estamos poniendo otra vez a los niños –y a las niñas- a pintar arcoíris y a grabar vídeos haciendo magdalenas. Lo del balcón y el “Resistiré” no lo veo tan claro, porque no está el horno para ... bollos de ese tipo y porque el personal anda cada vez más cabreado, y con razón, por una cosa o por otra. Del chino que se comió al pangolín ya no se acuerda nadie, porque tenemos más cerca a quienes mandar bien lejos; y ya lo ha visto usted, lo mismo se manifiesta la gente contra las mascarillas, que contra los botellones, que contra el cierre de escuelas infantiles, que contra la vuelta al cole. También se manifiestan los trabajadores del metal, aunque estos tienen la ventaja de contar con el apoyo de nuestro alcalde -“échale cojones”- que dice que va a ir a Sevilla, a Madrid, a donde haga falta para pedir un “planteamiento metodológico y de procedimiento de la empresa pública para tener contratos sostenibles en el tiempo y se ha acabao”, mientras unos enfervorecidos y enfervorecidas coreaban “eso es, eso es”, aunque tal vez no sabían –yo tampoco- que era eso del planteamiento metodológico y de procedimiento.
La nueva normalidad viene acompañada de una nueva terminología, una terminología que no entiende nadie pero que amansa –o eso creen- a las fieras. Fíjese bien, en esta nueva oleada –¡uy!, no, que no se puede decir nueva oleada- se habla de “transmisión comunitaria”, “estado estacionario”, “cribaje poblacional” o “grupos burbuja” como si tal cosa, cuando en el fondo de lo que hablamos es de que vienen tiempos en los que el lema será “sálvese quien pueda”. Unos se pasan, y otros no llegan, claro, porque lo más difícil del mundo es encontrar el término medio; el alcalde de Vigo ya está poniendo bombillas para Navidad y millones de niños –y de niñas- no saben aún cómo y cuándo van a volver al colegio. Muchos ni siquiera saben dónde va a ser la vuelta, si hacemos casos a esas recomendaciones que se publican día sí y día también. Ya sabe de qué estamos hablando, de la feliz idea de convertir salones de actos, pabellones deportivos o bibliotecas en improvisadas aulas donde se puedan congregar más de veinte personas guardando el metro, o metro y medio, o dos metros –según el día- de distancia.
A poco más de quince días de la “vuelta al cole” –de la campaña de El Corte Inglés se deduce todo lo demás- nadie sabe cómo será el comienzo del curso escolar, por mucho que la ministra insista en la importancia de la presencialidad en las aulas. Hasta en seis ocasiones ha cambiado de criterio Isabel Celáa, en los últimos meses, en cuestiones de ratio, de uso de mascarillas, de distancia y de responsabilidad. De embarcar la pelota en el techo de los equipos directivos a designar a maestros-rastreadores, sin olvidar que en su momento, toda la preocupación del ministerio era que los niños volvieran a las clases para que sus padres pudiesen trabajar. Luego nos preguntamos por qué la educación y la figura del maestro están tan denostadas en este país, ahí tiene la respuesta. En este país, los colegios son sitios para “guardar” a los niños y los maestros son gente que los entretiene, le limpia los mocos, los consuela y a, partir de ahora, les vigila la temperatura y los aísla cuando aparecen síntomas sospechosos –que a estas alturas son todos, claro.
Ni el ministerio, ni las comunidades han sido capaces de planificar una vuelta a las aulas, con un mínimo de sentido común. Meses han tenido, y datos de lo ineficaz que resulta la teledocencia en España, también. No hace falta que yo se lo diga, pero el confinamiento se ha cargado una de las principales misiones de la escuela, la garantía de igualdad, la obligación de garantizar que todos tengan los mismos derechos y las mismas oportunidades. La brecha, para qué vamos a engañarnos, no ha sido solo digital, y cerrarla va a costar mucho.
Lo hemos fiado todo a la confusión y a la improvisación, a lo que vaya surgiendo. Hoy no hacen falta mascarillas, mañana sí; hoy se abren las discotecas, mañana se cierran, hoy decides tú y mañana yo, hoy vamos al colegio, mañana nos quedamos en casa… tira los dados, a ver qué sale. Parece que el jueves 27 se inicia la partida con un nuevo tablero; los ministerios de Sanidad y Educación han convocado una conferencia sectorial con las comunidades autónomas para tratar el tema –diez días antes de la supuesta fecha de inicio de curso- y para tirar los dados.
Hay que tener cuidado, porque el azar tiene sus propias leyes, y lo mismo se pasa –como el alcalde de Vigo- como no llega. Haga su apuesta y acepte de una vez que están jugando con nosotros, pero no pierda de vista que en este juego no todo es avanzar, y que no siempre los dados están a nuestro favor, porque nos acercamos peligrosamente a la casilla del laberinto… y ya sabe lo que pasa.
Claro que podría ser peor, podría incluso llover.