Kichi, el regreso
Hay maniobras de distracción que nunca fallan
La vida es lo que pasa mientras pasa la pande mia. Y pasan cosas, aunque usted no lo crea; hay gente que nace, gente que muere –incluso de otras enfermedades-, gente que trabaja, gente que estudia, gente que sufre y gente que se encarga ... de hacernos la vida más distraída, tal vez para que no pensemos en lo que pasa; no, no le hablo de la cultura, ni siquiera de esa cultura segura, en horario infantil. Hablo de quienes nos gobiernan, convertidos por esas cosas que tiene el karma, en los bufones de nuestra corte de los milagros . Tanto empeño le ponen en lo de la maniobra de la distracción que incluso cuando intentan gobernar, parece que lo hacen siguiendo las pautas de los guionistas de la última temporada de «The Walking Dead», ya sabe, imposible de creer, increíble de contar, incontables sus giros esperpénticos.
Hay gags que nunca fallan, ya sabe, los clásicos. El científico despistado que mete la pata, la sensual secretaria, el político mentiroso –bueno, eso no es un gag-, el estadista que da los datos equivocados… por eso, de cuando en cuando, se echa mano de ellos para que el público no pierda interés y se pueda seguir estirando la trama. Es lo que ha ocurrido esta semana con la aprobación de la enésima ley de Educación ; ésta con el nombre más ridículo de la historia, la LOMLOE –suena a helado de supermercado- , una ley hecha a medida de la política mínima que viene haciendo el gobierno de la nación. Una ley con fecha de promulgación y con fecha, también, de caducidad porque se ha aprobado a sabiendas de que cualquier cambio de viento dará al traste –una vez más- con todo el aparataje legal del sistema educativo en España . Y es que la imagen del parlamento el pasado jueves valía más que las más de mil palabras con las que unos quisieron defender y otros atacar la ley educativa más controvertida de los últimos cuarenta años; y mire usted que hemos tenido leyes. Pero siempre pasa lo mismo, porque en este país cada vez que se debate de educación se termina hablando de religión y de lengua, como si no hubiese otra cosa que debatir, como si todo se redujera a decir «amén» en un idioma o en otro.
En el mes de mayo la ministra Isabel Celaá fue incapaz de sacar adelante la ley que se aprobó el pasado jueves por un solo voto de diferencia. Incapaz porque no había acuerdo ni voluntad de negociar, incapaz porque la reforma del sistema educativo es mucho más necesaria y mucho más complicada de lo que parece. Los últimos intentos han sido tan ideológicos que se han ido quedando enredados en asuntos de trámites y en libres interpretaciones -¿se llegó a poner en práctica la Ley Wert en Andalucía?- y solo han servido para que la brecha, que ahora llaman digital, fuera no solo analógica, sino antológica dejando al descubierto las carencias de determinadas zonas del territorio español.
Pero la ministra, que se había empeñado en dejar su impronta en la legislación española, no lo dudó un momento y lejos de pensar a lo grande, se fue a buscar socios en lo más pequeño de la política española, en esas cabezas de ratones dispuestas a morder la cola del león. Las exigencias de los partidos nacionalistas han sido escuchadas y a cambio de la eliminación del castellano como lengua vehicular en las zonas de bilingüismo, han aprobado una ley que empobrece intelectualmente, aún más, a los jóvenes de este país.
Y es que, dejando al lado, las cuestiones más vistosas de la ley, no hay que perder de vista que el nuevo texto permite titular en bachillerato con asignaturas suspensas , pone en duda la eficacia de la repetición, vuelve a dar poder a los Consejos Escolares en cuanto a la aprobación de la programación de los centros, crea una línea de bachillerato para «indecisos», y agrupa asignaturas por ramas de conocimiento tal y como se venía haciendo en los programas de diversificación curricular. Ya ve; no le he dicho lo de la escuela concertada, ni lo de la religión, ni lo de la educación especial, ni lo del español, ni siquiera lo de los «caminos escolares seguros» para ir a clase a pie. Me he limitado a lo que es estrictamente académico, porque ya está bien de paños calientes en un tema tan serio. Esto se está convirtiendo en costumbre; llega un gobierno y lo primero que hace es cambiar un par de nombres de calles y hacer una ley de educación , que ya detrás de mí vendrá quien bueno me hará.
Menos mal que, como le dije al principio, hay maniobras de distracción que nunca fallan . En Cádiz, después del revuelo por la votación del nombre del Estadio, el Consejo de Transparencia y Protección de Datos andaluz ha solicitado informes que han obligado a paralizar el recuento de los votos; la derecha –según nuestro alcalde- torpedeando el proceso una vez más. Y por si no teníamos bastante, y por si aún no sabíamos que José María González dice «establishment» cuando quiere decir casta, ahora comienza un nuevo capítulo para esta ciudad. Tras proclamar a los cuatro vientos, delante y detrás del megáfono que solo estaría ocho años en el cargo porque así se lo dictaba su conciencia, parece que los guionistas han vuelto a dar un giro al guión.
Con ustedes,«Kichi, el regreso»