Opinión

Los hijos y todo lo demás

Hay momentos en los que conviene no pisar el acelerador para no pasarse tres pueblos y dejar atrás lo que realmente importa

Imagen de archivo de José María Pemán. ABC
Yolanda Vallejo

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Yo no he sido nunca hija predilecta, ni siquiera en mi casa. No es que tenga un trauma, pero tal vez de ahí me venga el rechazo –quizá, quién sabe, si también un poco de resentimiento- por todos los títulos, honores y privilegios que se ... otorgan a las personas en el nombre de sus supuestos méritos. Me da igual que sea una calle, un reconocimiento de paternidad o una placa, porque cuando se dan estos tipos de homenajes es, salvo contadas excepciones, porque uno está muerto, o ya está pidiendo pista, y me acuerdo, entonces, tanto de nuestro querido Fernando Quiñones, que ante la más mínima sospecha de un agasajo, repetía aquello de “homenajes tenemos, cirios veremos”. También por eso me producen grima. No me gustan los reconocimientos con olor a incienso o a mirra, por eso tampoco me gustan los nombramientos de hijos predilectos, o adoptivos o como sea; y lo digo así porque estoy segura de que no corro el riesgo de que me nombren nada, ni siquiera en mi casa.

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