Las gafas de Manolito
Si el próximo 9 de mayo se levanta el estado de alarma, y la vacunación cumple con los plazos establecidos en el imaginario político, será como si la empresa de patatas fritas donde trabaja Manolito nos mandara una caja de productos gratis a casas
A Manolito se le olvidaron las gafas de ver en un paquete de patatas fritas . A saber cómo llegaría Manolito a su casa, después de una intensa jornada laboral, porque según dicen sus compañeros de trabajo, Manolito «sin sus gafas no ve nada». ... A saber qué estaba haciendo Manolito para que las gafas de ver, sin las cuales no ve nada –algo más que evidente, a tenor del volumen de las lentes- acabaran dentro de un paquete de patatas fritas envasadas, camino de un supermercado donde una madre, «como de costumbre», lo metió en el carrito de la compra , sin fijarse en nada más.
La noticia, viral por absurda y porque estamos muy necesitados de realidad , fue dada a conocer por Paula Payán quien, también como de costumbre, fue a comerse las papas antes de cenar y descubrió que el paquete venía con premio. «¿Esto no son unas gafas?» preguntaba –como todos los jóvenes- en sus redes sociales; «no tenemos ni idea de cómo habrán llegado. El caso es que tenemos las gafas de un señor o señora en nuestra casa». Seguro que en su intención no estaba el «servicio público» de encontrar al dueño de las gafas. Pero a las redes sociales las alimenta el diablo, y cuando el diablo no tiene nada que hacer, mete gafas en los paquetes de patatas . Inmediatamente –bueno, después de tres mil quinientos retuits- la empresa se puso en contacto con ella, se disculpó, y se comprometió a enviarle, tan alegremente, una «caja de nuestros productos». Una historia con final feliz y patatas fritas, que no dejaría de ser una anécdota –mejor no entrar en cuestión de salubridad ni de seguridad en la empresa en cuestión -si no fuera porque representa una perfecta metáfora del momento que estamos viviendo .
Parece que fue Napoleón el que dijo aquello de que «el fin justifica los medios» después de leer lo del maquiavélico príncipe. Y ahora, que parece que estamos locos por llegar al fin, al final feliz, la frase del emperador cobra especial relevancia. La Agencia Europea del Medicamento ha confirmado un posible vínculo de la vacuna AstraZeneca con los casos de trombos diagnosticados tras recibir la dosis de la misma; pero aún así se muestra partidaria de seguir administrando, como si no hubiese un mañana, la vacuna inglesa , al considerar que son mayores los beneficios que los riesgos que conlleva. Imagino que no es lo que piensan aquellos que han sufrido una trombosis como efecto secundario, pero ya ve, el fin parece que justifica, incluso, los daños ocasionados a la población . Una población que asiste, atónita, a las variantes sobre el mismo tema que está dando de sí la campaña de vacunación.
Y es que ya no se habla de otra cosa. De franjas de edad, de gente que se ha quedado colgada con una dosis de AstraZeneca, de colas para recibir la vacuna, de ¿cuál te han puesto a ti?, y de continuas rectificaciones . Porque, recuerde, hace apenas dos meses , los miembros de la comisión de Salud Pública decidían que solo se utilizarían las dosis de este fármaco para la población comprendida entre los 18 y los 55 años, ya que «no hay datos sólidos que garanticen la eficacia en mayores de 55». Eran los tiempos en los que los maestros y maestras –menores de cincuenta y cinco años - comenzaban a recibir la primera dosis de una vacuna, hoy reservada para los adultos de 60 a 69 años –que son, por si usted no se acuerda, la primera generación del baby boom, y por tanto, son muchísimos- una población que está siendo vacunada a un ritmo frenético, y que deja en un limbo a aquellos menores de esa edad que recibieron la primera entrega y que, según la ministra de Sanidad, «no deben tener miedo ya que el porcentaje de eficacia es del 70% solo con una dosis».
Aquí ya lo que menos tenemos es miedo, claro. Porque como dice el refrán «lo poco espanta y lo mucho amansa» , y aunque suban los contagios, la incidencia, y la marea no de tregua al oleaje, aquí ya hay dos objetivos muy marcados: vacunar antes de finales de agosto al mayor número posible de personas –con la vacuna que sea, como sea y donde sea- y darle oxígeno a la economía de cara al verano . Un verano que empieza con rectificaciones -¿los asesores no informan a los políticos de qué es lo que firman y de qué es lo que se publica en BOE?- y al abrigo de un posible pasaporte sanitario que nos permita viajar «con papeles» y movernos con casi libertad.
Si el próximo 9 de mayo se levanta el estado de alarma , y la vacunación cumple con los plazos establecidos en el imaginario político, será como si la empresa de patatas fritas donde trabaja Manolito nos mandara una caja de productos gratis a casa . Dará igual que el virus siga activo, que la gente se contagie, que haya mutaciones, que suba la presión hospitalaria, y que todo se haya fiado a una vacuna , sin buscar un medicamento que cure la enfermedad. Dará igual que te hayas encontrado unas gafas de ver usadas, dentro de un paquete de patatas fritas, en un supermercado porque –encima- nos dirán que somos unos afortunados.
Manolito es mucho más que un trabajador que en un descuido dejó sus gafas donde no debía. Manolito es la imagen de la España actual; ya lo dijeron sus compañeros, sin sus lentes «no ve nada» .
Y para lo que hay que ver…
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