Una fuente con chorritos
Esta semana se presentaba el proyecto de remodelación de la fuente de las Puertas de Tierra
Que la realidad supera siempre a la ficción es algo que nos contaron desde niños y que asumimos como una de las consecuencias de vivir al este del Edén. Hay cosas que solo se explican porque antes las habían contado los Simpson, y cosas que ... solo se entienden si aceptamos que el único profeta que ha dado este país es Berlanga. Verá. Yo podría hablarle hoy de las madres, que es un tema blanco, que a todo el mundo pone de acuerdo y agrada, y que me resolvería fácilmente las novecientas palabras con que acostumbro a darle los buenos días cada domingo; o podría hablarle del Día del Trabajo y del tetris que ha tenido que hacer la Subdelegación del Gobierno para encajar las diferentes -y tan diferentes- manifestaciones propias del día. Podría hablarle de Abascal y de su interés por visitarnos, de que quien no esté de acuerdo se empadrone en otro lado –todo bien-, o podría hablarle del Pleno Municipal, tan recurrente, tan entretenido, y de cómo el concejal no adscrito ha pedido que puntúen el doble los temas relacionados con Cádiz. Habría podido hablarle del regreso de los Juanillos o del nuevo servicio de autobuses en nuestra ciudad y ese «concepto longitudinal» de los nuevos recorridos -lo de unir el dos y el tres ya son palabras mayores- . Y también podría hablarle de cómo se hacen las cosas en clave electoral pero sin que se note demasiado, porque aunque el proyecto de los autobuses tenga como fecha de adjudicación «mayo o junio de 2023», no hay que olvidar las palabras del concejal delegado de Movilidad Urbana: «Actuamos con sentido y de ciudad y no electoral». Claro, claro, lo de cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, que decían las películas de la sobremesa de los domingos.
Ya ve que no será por temas, ni por ganas. Pero hay veces que nuestro Ayuntamiento me lo pone tan fácil que sería una pena desperdiciar la ocasión de tan calva como la pintan. Que no digo que lo hagan queriendo, -metería una mano en el fuego y creo que no la perdería- pero sería una ingrata si no tuviera la deferencia de reconocerlo. De vez en cuando la vida, decía Serrat, nos besa en la boca y a colores se despliega como un atlas… y de colores, ya lo sabe, va la cosa esta semana.
Yo entendí lo de la megalomanía y la ostentación previa a la caída del Imperio Romano que explicaban en el colegio, cuando a la anterior alcaldesa le dio por la cosa faraónica y por la ornamentación inútil; no hace falta que se lo recuerde, los mamotretos, la pérgola-mirador, la obra del estadio, el teatro de títeres o la fuente de chorritos de San Juan de Dios, llamada a ser el asombro de Damasco con sus luces, sus sombras y su música marcial a las ocho de la tarde. Las cosas del Bicentenario, ¿se acuerda? Por aquel entonces, el presidente de Horeca había posado su mirada en las Puertas de Tierra, a las que imaginaba como versión gaditana de la Torre de Pisa, o así, llamada a convertirse en la puerta del turismo, por la que entrarían las hordas cantando las alabanzas de la fortificación y alfombrando el paso con billetes de quinientos y cosas por el estilo; la riqueza, decían entonces, iba a llegar en cualquier momento…
Ahí fue donde entendí lo que significa el principio del fin, el ocaso de los dioses. Todo lo demás ya se lo sabe usted. Nunca pensé que lo vería, otra vez, tan claro y tan pronto. Esta semana se presentaba el proyecto de remodelación de la fuente de las Puertas de Tierra, «será la bienvenida al Cádiz centro», decía nuestro alcalde, henchido de orgullo y reconociendo que se sentía un poco abrumado con tanto tecnicismo hidráulico «todas estas palabras yo las estoy aprendiendo gracias a este proyecto. No penséis que yo tuviera tantos conocimientos de arquitectura acuática». No, no se preocupe, señor alcalde que no lo pensamos; lo que pasa es que esto ya lo hemos escuchado antes. Lo de los chorros, las luces, en fin… demasiado familiar para los que creemos en Berlanga.
Las fuerzas vivas de Villar del Río, alcalde, boticario, cura y concejales, llegaron a la conclusión de que no es lo mismo una fuente normal y corriente, que es la que tenían en el pueblo que esperaba a Mr. Marshall, que una fuente con chorritos. El boticario lo tenía clarísimo «Lo primero es darle visualidad –visibilidad diríamos ahora-. Poner un surtidor higrométrico y dentro del agua instalar unas bombillas de doble filamento lumínico y debido a la refracción bisolar y al doble efecto del arco lumínico sobre los cuerpos no transparentes, unas veces saldrá el chorrito azul, otras verdes, otras colorado». Le suena ¿verdad? , casi setenta años han pasado desde que Pepe Isbert nos diese una explicación, y seguimos igual Ahí lo tiene, nada nuevo bajo el sol.
Como usted comprenderá, a mí, lo que la empresa de aguas haga con su superávit no me preocupa en absoluto, pero si yo fuera alcalde de Cádiz –me ha salido sin querer- estaría más preocupado por otras cosas antes que por los chorritos. Porque el proyecto, que según decía «le va a dar color, música y alegría a la principal entrada al caso histórico. Va a hacer de esa fuente un punto de referencia turística», nos recuerda que así empezó la decadencia… que no se nos olvide.